27/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuando estudiábamos geografía en la escuela del pueblo y felizmente se utilizaba la memoria, la mayoría de los niños sabíamos que el Amazonas era el río más caudaloso del mundo. Con el tiempo aprendimos además que en torno a este río está el bosque más grande al que con toda razón podemos llamar el pulmón de la tierra. En nuestra infancia no se hablaba para nada del cambio climático, ni del peligro del calentamiento global, ni de los agujeros en la capa de ozono. La tierra parecía indestructible, los glaciares y las grandes masas de hielo del Polo Norte y del Polo Sur se contemplaban sin ningún temor a que tuvieran fecha de caducidad, y las basuras se desparramaban por todas partes. Por supuesto, en los pueblos no había contenedores ni alcantarillado. Poco a poco fue haciéndose familiar la palabra ecología.

Ahora, y cada día más, las cosas comienzan a verse con más preocupación. El carbón y el petróleo, tan integrados hasta el presente en nuestras vidas, ahora son mirados bajo sospecha. Pero tal vez no todo el mundo es del todo consciente de la fragilidad del planeta en que vivimos.

Esta temporada de verano, como cada verano, son noticia constante los incendios forestales, la mayoría de ellos provocados por la maldad del ser humano. Ahora le ha tocado especialmente a la selva amazónica. No es fruto de la causalidad que haya miles de focos ardiendo. El egoísmo de algunos es tan grande que no tienen escrúpulo en hacer tanto daño no solo a los habitantes de la zona, sino a toda la humanidad, por su ambición desmedida, por su obsceno afán de enriquecimiento.

Resulta gratificante para los católicos el saber que una de las principales encíclicas del Papa Francisco, bajo el título de ‘Laudato sii’, haya sido dedicada precisamente a la ecología. Sin duda es un documento profético y es posible que una buena porción de gente, incluidos fieles cristianos, no se hayan enterado de la trascendencia del tema y, claro, tampoco se han molestado en leerla o enterarse de qué va.

Así mismo mucho nos tememos que esté pasando desapercibida, o que sea incomprendida, la idea del Papa de convocar todo un Sínodo de los Obispos, al tema de la Amazonía, que tendrá lugar el próximo octubre. Aunque sus objetivos sean fundamentalmente pastorales, sin olvidar la dimensión ecológica, sería interesante que ante la banalidad de muchas de nuestras preocupaciones y conversaciones, hincáramos un poco más el diente a una cuestión tan candente, y no solo porque esté ardiendo por los cuatro costados.
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