Amaneceres que encogen hasta el alma

"La capital del invierno" fue la expresión con la que la poeta leonesa Margarita Merino bautizó a esta tierra a la vista de aquellos amaneceres de nieve y frío, de las heladas que se han convertido en una de las señas de identidad de esta provincia por más que los tiempos han cambiado, pero hay cosas que no

Fulgencio Fernández
09/01/2023
 Actualizado a 09/01/2023
Amanecer del invierno de 1976 en una especie de ‘caravana’ y con una de esas heladas que han hecho de León la ‘capital del frío’. | FERNANDO RUBIO
Amanecer del invierno de 1976 en una especie de ‘caravana’ y con una de esas heladas que han hecho de León la ‘capital del frío’. | FERNANDO RUBIO
La agencia Noromet, que tiene estaciones meteorológicas repartidas por toda la provincia y ‘cuelga’ sus datos cada día en su página web nos cuenta que en lo que va de año —que no es nada— ya hemos alcanzado temperaturas de 11,6 grados bajo cero en Prado Veneiro (Babia) y que llegaron a ser 15 en diciembre; de 8,7 bajo cero en un pueblo habitual en las bajas temperatura, Villaceid en Omaña, que llegó a los -12,3 en diciembre; en la Vega de Liordes fueron 7,7 bajo cero este año, en Lugeros -7,2;en Villamanín 6 bajo cero... para qué seguir. Y llevamos ocho días de año. Es evidente que el cambio climático está aquí para quedarse, que aún no ha nevado prácticamente nada... pero la poeta Margarita Merino no tendrá que retractarse, al menos de momento, de haber bautizado a León como "la capital del invierno", que muchas veces aparece traducido como "la capital del frío".

Aunque en el recuerdo de las gentes hay otras cifras que parecen de otro planeta, si no fuera porque están documentadas y en algún caso hasta nos llevaron a los telediarios, cuando solo hablaban de cosas serias. En un bar de Villamanín ahora cerrado, El Reino de León, entre su decoración destacaba las fotografías que le iba haciendo al termómetro de la Farmacia, situada justo enfrente del bar. Imágenes que tomaba de buena mañana, al ir a abrir, y allí se podían ver fotografías en las que el termómetro marcaba 25 grados bajo cero en una y 26 grados bajo cero en otra; curiosamente el mismo día de últimos de diciembre de dos años consecutivos, por 2005 y 2006 creo recordar, no es seguro.

Y si eso es así hoy... imaginen la misma situación, los mismos tiempos, los mismos días, pero de los años 70, que son los que nuestro Fernando Rubio tiene "almacenados" en ese archivo que cada lunes abre en este rincón. Tan evidente es el frío que su autor las bautiza con una expresión muy apropiada: "Mis fotografías de 1976, tomadas de buena mañana, en las Eras de Renueva, me han transmitido una sensación tan intensa de frío y de conmiseración con la gente que lo sufría, que me ha llevado a crear un neologismo y a denominar a estas imágenes como ‘fotografrías".



Se entiende perfectamente el término mirando a la foto de hace casi 50 años de una mujer rodeada de cacharros y con una tremenda helada, embozada de pies a cabeza y al lado de una vieja furgoneta sin ruedas, apoyada en tacos de madera o ladrillos ¿Cómo soportarlo?, ¿de dónde sacar agua caliente? Y estaba ahí, en plena ciudad de León, en unas eras que hoy son uno de los barrios más valorados, Eras, pero de Renueva y ya urbanizadas, de casas en vez de furgonetas.

A su lado una de las pocas cara positiva que se le puede ver a estas terribles heladas leonesas, la artística, la 'fotografría' de plantas y arbustos en un amanecer de frío es realmente bella, de la belleza más fría que puedas imaginar y retratar.

Difícil de olvidar un viejo reportaje muy relacionado con estos amaneceres de escarcha. El hermano José Luis, durante muchos años responsable del Hogar del Transeúnte, tenía la costumbre de ir a visitar cada amanecer a los sin techo que tenía controlados por la ciudad, que eran prácticamente todos, aquellos que por lo que fuera no querían pasar la noche en alguno de los albergues. "Yo les ofrezco la posibilidad pero si ellos la rechazan hay que respetar sus razones, su forma de vida, tienen todo el derecho del mundo", explicaba este personaje tan singular como solidario.

José Luis —que aprovechaba la visita para hacer deporte y recorrer la ciudad corriendo— llevaba un termo con café bien caliente y leche, que les ofrecía y, en este caso, sí aceptaban. Ver cómo antes de tomarlo abrazaban el vaso para calentarse las manos daba una idea, solo una idea, de lo que habrían aguantado bajo unos cartones. El gracias que musitaban al devolver el vaso sonaba a salido del alma pues, decía José Luis, "siempre tengo la sensación de que estos amaneceres congelan hasta el alma". Seguro.

Por eso también siempre fue un misterio cómo aguantaba aquellas noches frías, a pie firme, sentado en una ventana del Banco de Bilbao, el recordado Joaquín ‘El pobre’ o Joaquín ‘El barbas’, otro que tampoco aceptó nunca el techo que le ofrecía José Luis.

Cosas del invierno y su capital.
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