Amancio lleva a Ármaga sus ‘Clásicos de la pintura’

La galería de arte ubicada en la céntrica calle Alfonso V inicia sus exposiciones, tras este largo periodo de confinamiento, con una muestra del gran artista leonés Amancio González Andrés, que homenajea aquí a su maestro Alejandro Vargas

Vicente García
19/06/2020
 Actualizado a 19/06/2020
Amancio González (de pie) junto a su maestro Alejandro Vargas y entre dos piezas de las exposición que hoy se inaugura en Ármaga. | VICENTE GARCÍA
Amancio González (de pie) junto a su maestro Alejandro Vargas y entre dos piezas de las exposición que hoy se inaugura en Ármaga. | VICENTE GARCÍA
El mismo Amancio nos introduce en su exposición que inaugura este viernes a partir de las siete de la tarde, con un texto sobre la misma: «La exposición que presento en la galería Ármaga es el resultado del último año de trabajo y en ella podremos ver cinco esculturas en hierro y cuatro dibujos sobre tela bordados a mano por Ana Campos, las nueve piezas tienen como base, pinturas muy populares de artistas sobradamente reconocidos», destaca el artista.

La muestra se inaugura este viernes, con las debidas precauciones que impone la fase de desescalada en la que nos encontramos, y significa un regreso a los inicios de este autor, unos inicios en los que aprendió con el maestro Alejandro Vargas a recrear las imágenes de los autores clásicos de la pintura, desde el Miguel Ángel de la Capilla Sixtina hasta las Tres Gracias de Rubens.

Cuenta Amancio que: «Hace 38 años yo llamaba a la puerta de una academia de pintura y en ella estuve durante tres años. La rutina de trabajo habitual consistía en la realización de una copia, en mi caso de pintura clásica que era mi favorita. El ejercicio era muy completo ya que practicaba a la vez el dibujo y la pintura. Partía de cero, sin técnica ni conocimiento alguno aunque contaba con la voluntad firme de intentarlo a pesar del profesor que se empeñaba en corregir una y otra vez mi trabajo sin importarle lo más mínimo mis sentimientos».

Ésta fue, según cuenta, su primera relación con el Arte, y Alejandro Vargas dice que: «era una chaval con mucha ilusión, y me siento un poco culpable de lo que ahora es, pues pensaba que si le animo a ser pintor le jodí la vida para siempre, ya que un pintor pasa hambre a menos que tenga un trabajo en le Renfe, pero él tuvo los huevos de dejar su trabajo para dedicarse a la escultura, cosa que muy poca gente es capaz de hacer, quemar las naves como él las quemó», sostiene.

La relación entre ambos, maestro y alumno, ha seguido hasta la actualidad y en estos momentos se junta la ilusión del maestro con el reconocimiento y aprecio del alumno. Amancio siguió después con su dedicación al arte, pero se decantó por la escultura, y sobre esto Vargas opina: «Amancio hubiera sido un buen pintor, pintaba muy bien, pero le dio por dedicarse a la escultura y también lo hace muy bien. Lo malo del asunto es que si un pintor está jodido, un escultor, peor».Amancio comenzó tallando maderas cuando trabajaba en Talavera con troncos de eucalipto, postes de teléfono, troncos de negrillos que se iban secando… Hacía torsos desnudos retorcidos y llenos de esa fuerza singular que siempre ha caracterizado sus obras. Después siguió con el bronce en gran formato, la Negrilla es del 97 y en Fuerteventura comenzó a trabajar la piedra sobre 2002 con piezas en constante equilibrio y la figura humana siempre como eje de sus creaciones.Hace veinte años comenzó a experimentar con piezas de hierro soldadas que tuvo que dejar poco después porque no tenían salida en un principio, pero desde hace diez o doce años lo vuelve a retomar, y en estos momentos todas las piezas que presenta están realizadas de este modo. Amancio explica su técnica: «Son trocitos de metal que están cortados más o menos regularmente y los vamos uniendo, buscando la forma que queremos, tomando el hierro, que es un elemento inorgánico dándole la organicidad que necesita la escultura para crear formas relacionadas con la vida y el ser humano, formando figuras para ver desde lejos, ya que de cerca parece un amasijo de hierros». Sus trabajos se ven como una reformulación de esas obras maestras de la pintura clásica que son el referente para todos los artistas que conocen el pasado artístico de la Humanidad Occidental.El artista en la actualidad prefiere este sistema aditivo porque le permite suspender las figuras en el aire manteniendo extraños equilibrios que siempre trató de conseguir con la piedra y la madera, sistemas sustractivos en escultura y como él dice «crear composiciones muy cercanas al dibujo, el dibujo para mi es fundamental, pero a veces con otros materiales no puedes suspender un elemento en el aire, por la gravedad, pero con el hierro sí, yo puedo generar una ilusión volumétrica, suspendida, prácticamente ingrávida. Eso me atrae muchísimo, además es un material muy económico y permite resolver grandes espacios con pocos elementos».

Presenta también dibujos clásicos sobre tela que él realiza y Ana Campos hace bordados con hilo para crear otras obras clásicas diferentes.

Es importante reseñar asimismo la elaboración de un vídeo de presentación de la muestra realizado por su hijo Rodrigo González en el que hace un recorrido por todas las obras de la exposición enfrentando el cuadro clásico con la obra creada por Amancio.

Y como colofón Amancio recalca su deuda con el Maestro: «‘Clásicos de la Pintura’ no solamente pretende poner de manifiesto las relaciones, siempre delicadas, entre la pintura y la escultura, también es la mejor oportunidad que tengo de que aquel muchacho nervioso de 17 años que un día llamó al timbre de la Academia de Pintura le dé las gracias a la persona que le abrió la puerta, Alejandro Vargas, mi maestro», concluye González.
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