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Amable Liñán, Señor del Fuego

12/06/2016
 Actualizado a 14/09/2019
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Siempre he tenido una cierta fascinación por las embajadas. Durante cinco años, pasé casi todos los días laborales por delante de la representación diplomática de Irán, fuertemente vigilada y a menudo cerrada. Mi segundo domicilio en la capital de España estaba casi pegado a la delegación de Guinea Ecuatorial, con sus homólogos paquistaníes trabajando en la acera de enfrente y a una manzana del austero edificio habitado por la Autoridad Nacional Palestina, vecinos, por cierto, de la República India. No vean en mí a un potentado ejecutivo. Pude cambiar mi primer alquiler en el barrio de Aluche por un diminuto estudio entre la Castellana y la M-30 para así evitar noventa minutos diarios de transporte público y llegar andando a la sede central de Europa Press. Más recientemente, fui invitado a las fastuosas residencias en Madrid de los embajadores de Francia, Japón y Rusia para probar pepitas del océano, catar sake o maridar con una decena de vodkas, respectivamente. Aún así, mi embajada preferida, la única que siento como propia, la que me representa y a la que acudo sin pensarlo cuando me llaman, está ubicada en el número seis de la antes barojiana y hoy underground calle Pez. La semana pasada me dejé caer por allí ya que La Nueva Crónica presentaba el legado póstumo del periodista Félix Pacho (Calzadilla de los Hermanillos, 1932).

Después de cantar ‘Todos somos de León’ y antes de pedir una ronda de claretes, saludé al pintor José Carralero (Cacabelos, 1942), me presenté ante el escritor Julio Llamazares (Vegamián, 1955) y conocí al protagonista de esta columna, Amable Liñán (Noceda de Cabrera, 1934). Doctor en Ingeniería Aeronáutica, catedrático de Mecánica de Fluidos, profesor en la Universidad Politécnica de Madrid y en las de California, Michigan, Princeton, Stanford o Yale; asesor de la NASA y de la Agencia Espacial Europea, Premio Príncipe de Asturias y referencia mundial en la aplicación de las matemáticas a cualquier proceso de combustión.

El titular que he escogido para hoy lo tomé prestado de un artículo colgado en la web del diario Público, que contenía unas declaraciones de Amable tan reveladoras como impactantes: "Yo pasé del modo de vida medieval en mi niñez a hacer una modesta aportación en tecnologías punta". Aquella tarde en la Casa Regional de León en Madrid me di cuenta que hay cazurros capaces de superar las mayores adversidades posibles, como la que supone ver a tu hermano abrasarse en una fragua, para después convertirte en ‘Señor del Fuego’.
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