Allí donde hay que darlo todo

11/11/2021
 Actualizado a 11/11/2021
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Para cualquier chaval el ser más grande y poderoso del mundo es su padre, el más tierno su madre, y los abuelos lo son todo, la suma de lo conocido y un regalo añadido, el de la generosidad que no pudieron tener con los hijos pues el primer mandamiento de los padres es educar. El de los abuelos no, incluso hay quien cree que es ‘maleducar’.

Por eso, todo lo que llega de ellos –padres o abuelos– es lo mejor que les puede ocurrir, lo más admirable, y su primera ambición es poder hacer lo mismo que ellos, vestirse igual, desfilar a su lado, conocer sus historias, practicar sus tradiciones. No hay mejor forma de enseñarles a amar lo suyo que hacérselo mamar. La pasión ya la ponen ellos, sólo hace falta despertársela.

Así se entiende el orgullo y el interés que ponen los chavales en los desfiles. Sobre todo si tienen el privilegio de mostrarse en el mejor de los escaparates para las ancestrales costumbres de las máscaras, los disfraces, las fiestas, los bailes, el fuego... los elementos que viven en las tradiciones.

Y ellos lo saben. Esas cosas se notan.

Porque tomar las calles de La Bañeza con ritos carnavalescos, aunque sea en noviembre, no es asunto menor, que diría el registrador.
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