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Allegados a la pobreza

24/12/2020
 Actualizado a 24/12/2020
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Para el mendigo es pobre hasta la pobreza. Esta noche es Nochebuena, la de las sillas vacías por la pandemia. También queda el hueco del pobre ese al que dicen que hay que invitar para que no pase solo y hambriento la fiesta. Pero solo sirve la caridad con el estereotipo de pobre. Recuerdo aquel capítulo de ‘Farmacia de guardia’ en el que el zarrapastroso era Fernando Fernán Gómez y Guille le invitaba a la cena familiar en la trastienda. Era un espejo costumbrista, una fábula moderna, una parábola navideña de esa ‘caridad de lejos’ que denunciaba el pordiosero al final del banquete de langostinos y champaña.

El pobre que se invita a la mesa no es el de las patatas cocidas, ni el trabajo precario, ni la pensión escuálida. A la Nochebuena nos enseñan que hay que invitar a un pobre pobre. Un borrachín de cajero automático, abrigo roído y cara de siesta. Al Fernán Gómez de voz profunda y arcillosa, capaz de arrancarse con un villancico a los turrones como contó Antonio Mercero por todos aquella Navidad de los noventa.

Pero el pobre no es familia, ni allegado de los de Salvador Illa siquiera. Así que este año la caridad se resiente, también. El pobre no tiene sitio ni en Nochebuena, no sea que aparezca la policía tras la denuncia de un vecino a pedirle el parentesco y la declaración responsable. Le delatarían los guantes de agujeros sobre la mesa. La covid-19 nos esconde esta noche la pobreza. Como habíamos aprendido a esconder la muerte antes de la pandemia. Como escondió la precariedad el confinamiento y los hogares de los ERE y las familias arruinadas . La pobreza ya no tiene la cara sucia ni los zapatos sin suela. Son los sueldos por horas, las colas frente al Banco de Alimentos, los que rebuscan en los contenedores de los supermercados cuando cierran. Las calles desiertas, los comercios cerrados y los restaurantes vacíos. Esta Nochebuena hay más pobres con árbol de luces que mastican miseria.
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