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Alguien vendrá...

19/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Que bueno té hará. Sé que es una afirmación qué todos hemos realizado alguna vez en la vida y que, por desgracia, nos hace ser o parecer más viejunos cada día. Pero es cierta. En todas las grandes civilizaciones, reales o imaginarias, los antiguos eran mucho más listos, más fuertes, más sabios, más bondadosos. Y lo eran porque tuvieron que construir la civilización desde cero, con lo que ello conlleva de trabajo sin cuento y desvelos cada noche. No tenían ni tiempo para follar; tan liados andaban. Pero fueron héroes para todos los que les sucedieron y así siguieron generación tras generación. Todavía hoy, en muchas naciones, recuerdan a estos hombres que sentaron las bases de su civilización.

Está claro que ya no quedan hombres de esa pasta, en los que la realidad y la leyenda se juntan y que nos dejan boquiabiertos por lo mucho que lograron hacer en su vida. Nosotros, pobres infelices, renacuajos que malvivimos en la charca de la vida, nada podemos hacer para ser como ellos. Sí, es verdad que de vez en cuando surgen algunos que son superiores a la mayoría y que hacen que les sigamos en su ejemplo. También les tenemos, ¡como no!, mucha envidia, esa lacra endémica que fluye por la sangre de casi todos los hombres, sobre todo de los mediterráneos.

Los criticamos, los injuriamos, levantamos sobre ellos bulos sin cuento para perjudicarlos...; queremos ser, en definitiva, Califa en lugar del Califa. Cuando al fin logramos desembarazarnos de ellos, cuando hemos conseguido que se retiren a sus casas para descansar y olvidarse de tanta ruindad y nos vemos ocupando su puesto tan anhelado, simplemente hacemos las cosas bastante peor que ellos. Y no lo reconocemos.

El pasado lunes, leyendo éste periódico, me entretuve mirando las fotos del corro del Aluches de Mansilla de las Mulas. No leí ni la crónica de Fulgencio ni miré las clasificaciones hasta mucho después. Las fotos eran mucho más elocuentes. El corro estaba casi vacío. No había espectadores, o eran muy pocos. No pude por menos que recordar ese mismo corro hace diez o quince años. Lleno hasta la bandera, que, por cierto, nunca vi. Uno, (ya os lo conté una vez), formó parte de la directiva de la Federación de Lucha Leonesa en la época en que su presidente era Miguel Verduras. Recuerdo todo el daño que le intentaron hacer como una anécdota estúpida. Cuándo al fin lograron que Verduras se fuese para su casa, le dije, en el bar de Luisa, en Vegas: «No te preocupes, Miguel. Alguien vendrá que bueno te hará». Y acerté de lleno. Desde que nos fuimos de la Federación, la Lucha no ha parado de menguar, hasta convertirse en una actividad residual dentro de los deportes provinciales.

En aquella época, la Lucha era el segundo o el tercer deporte que más espectadores congregaba. Hoy, no lo quiero ni saber, porque me deprimiría. El día que a la Diputación se le hinchen las pelotas y corte el grifo del dinero, la Lucha Leonesa morirá de muerte natural. Es, desgraciadamente, lo único que la sostiene. Es más que evidente que nosotros, en aquel momento, metimos la pata muchas veces, pero, ¡joder!, por lo menos lo intentábamos. Los que nos siguieron después, hasta llegar a la directiva actual, no lo hacen. Sólo se dejan llevar por una inercia nefasta y cansina.

Lo mismo sucede en todos los ámbitos de la sociedad. No digamos en la política, que manda huevos. Los actuales dirigentes de los partidos que os representan son, siguiendo las enseñanzas del gran García, unos «abrazafarolas, lameculos, ineptos y corruptos» a más no poder. Sólo buscan su interés. La gente, el pueblo, se la trae floja, se la pela, se la suda... Hace muchos años, en el pleistoceno o así, muchos salíamos a manifestarnos en contra del Presidente que tocaba, Suárez y González, que entre los dos estuvieron la pila de años. A Suárez le llamábamos de todo menos guapo, os lo aseguro. Por hacerlo, tuvimos que correr delante de la madera muchas veces. ¡Joder, en que buena forma física estábamos! Ahora, con la perspectiva de los años años pasados y después de haber sufrido a los prendas de Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez, tengo que reconocer, aunque me duela en lo más profundo del alma, que Suárez si era un gigante al lado de todos estos enanos.

No, si ya lo dice la gente, «alguien vendrá que bueno te hará»...

Salud y anarquía.
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