"Algo se muere en el alma cuando se cierra una tasca"

Víctor M. Díez y Rodri ‘el de Tarna’, un poeta y un músico, unen sus talentos para presentar este jueves en Roma ante el espejo el montaje ‘caja baja’, recitar e ilustrar con música

Fulgencio Fernández
09/07/2020
 Actualizado a 09/07/2020
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Víctor M. Díez, poeta y padre de ideas como este Roma ante el espejo al que hoy llega, y Rodrigo Martínez, Rodri el de Tarna, músico y todoterreno de la moderna tradición, suman hoy sus talentos y talantes en ‘caja baja’, el espectáculo que ofrecerán en El Palacín a partir de las ocho y media.

–¿Qué es caja baja? ¿A qué género pertenece? ¿tiene género? ¿cómo nace?
–(Víctor) Es el encuentro entre un músico disfrazado de antropólogo y un poeta que quería ser payaso musical. Caja baja es un murmullo en el soto que a alguien se le cayó en medio del tráfico de la ciudad. Caja baja es una extraña pareja que se va pasando un palo que sabe a sebe y suena al serrín del bar de nuestros agüelos, el de Rodri y el mío y que, cuando lo sostienes te obliga a contar historias: un blues castellano de Antonio, un cuento sanabrés, una jotina, un romance… En caja baja todas las lobas son pardas.

–¿Y el nombre, en minúscula?
–El nombre viene de la caja baja de los maestros impresores. En ella guardaban los tipos de las letras minúsculas. La vida en minúsculas es el ámbito de caja baja. ¿Genero? Sería eso que las que saben llaman ‘mezclilla’ o como diría mi madre ‘sois del género bobo’.

–¿Cómo lleváis los sonidos en caja baja a un escenario?, ¿cómo se suma la palabra, la poesía?
–(Rodri) Todas las posibilidades son susceptibles de parecernos atractivas. Es cierto que utilizamos la tecnología para procesar el sonido y que en ocasiones nos gusta cocinar la materia sonora, pero tampoco renunciamos a una interpretación en el sentido tradicional de la palabra. En definitiva, no nos imponemos límites en ningún sentido. Después, esta materia sonora entra en contacto con la palabra, interaccionan alimentándose la una a la otra, influenciándose mutuamente, convirtiéndose por momentos en una sola voz.

–¿A lo que proponéis le llamáis investigación, ¿de qué? Decís que tiene que ver con la etnografía, la antropología cultural, la improvisación libre, lo poético y las tascas y chigres rurales de nuestra adusta tierra leonesa… A explicarse.
–(Víctor) A explicarse, dices. Nos has fastidiao. Nos parecía que eso que repicas era la explicación. A ver si te puedo hacer un negativo de la fotografía. Quizás la palabra investigación suena grandilocuente. Llámalo escucha, búsqueda, tentativa, encuentro. Lo que no hacemos es recitar e ilustrar musicalmente de modo convencional. Intentamos juntar yesca y hacer chispa con mundos que chocan: el folclore con la música electrónica o meter a Paul Celan a ritmo de Tentenube, locuras así. Para nosotros, la materia surge o puede surgir, en una conversa de tasca, en un incunable, en un poeta contemporáneo maridado con un ritmo de siega… Materiales sonoros, voces, dichos, tradiciones… todo a la túrmix de un laboratorio pequeñín de paja y barro, que Rodri tiene escondido entre juguetes y cacharros de cocina. Bueno, no sé si aclaro o enredo más. En nuestra búsqueda nos veríamos reflejados en la definición de la belleza de Lautremont, tan utilizada por los surrealistas: ‘ La belleza es el encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas en un quirófano’. Esa extrañeza, esa emoción es nuestro empeño.

– Habláis de chigres. El mundo no sé pero ¿puede existir León sin chigres?
–(Rodri) Rotundamente no. Al menos no el León que conocemos. Un bar, un chigre, un teleclub no son solo un lugar donde ir a tomar cervezas, son mucho más que eso. Son lugares donde reunirse, donde encontrar al prójimo, al vecino, son ecosistemas de gran diversidad. León se ha construido en buena medida a través de lo comunal, y el bar ha sido y es, uno de los centros neurálgicos de reunión de la comunidad. Mucho más en las zonas rurales, que como sabes ocupan la mayor parte de la provincia. En estas zonas, cuando muere un bar se lleva consigo parte del propio pueblo. ¿Cómo podría entonces existir un León sin chigres?
-(Víctor). Algo se muere en el alma cuando se chapa una tasca, diría yo, abundando en lo del compañero.

-¿Puede existir León sin tipos como vosotros?
–Puede.

–¿En Roma en el espejo van apareciendo cada día artistas diferentes, géneros diferentes, propuestas que sorprenden y enganchan, ¿hay más talento en esta tierra del que nos quieren hacer creer?
–(Víctor) Mira, como sabes, llevo años empeñado en demostrar que lo dices es cierto. Me parece evidente, obvio, quien no lo ve es porque no lo mira. Y ahí está parte del problema. Somos más bien invisibles aunque estemos sobre escenarios, en esto hay una reclamación a la sociedad en general. Nos quejamos de las instituciones con razón, pero en las instituciones hay gente que se interesa, aporta y quiere y mima. Te podría dar nombres: Pepe Tabernero, Esther Calzado, Luis García, Juanjo de la Rosa… entre otros. El problema, las más de las veces, está en que estas personas no pueden avanzar en el florecimiento del talento circundante. Las instituciones tienen más una función de control que de expansión. Por un lado hay que buscar fórmulas más arriesgadas, que surjan desde abajo. La institución podría aportar el humus pero la semilla la deberían poner los creativos. Hay que crear ámbitos, laboratorios, producciones propias. Y después las instituciones alargar esa vida, intentar exportarla, hacerla crecer. Una institución que se precie debería ser capaz de apoyar materia crítica. Sí, estoy hablando de que una institución pague para que hablen mal de ella.Agradecemos esfuerzos de emergencia cultural para salvar programas como Roma en el espejo y otros, por parte de la Concejalía de Acción y Promoción cultural, nos parece heroico y lo agradecemos sinceramente. Pero hay que empezar a pensar en nuevos proyectos creativos, críticos, ciudadanos, abiertos que hagan visibles a los artistas y fomenten su manera de entroncar con la vecindad, con sus problemas y anhelos.¡Puf!, perdona me has tocado la fibra.

–¿Rodri y Víctor, Víctor y Rodri, dos tipos inclasificables; ni uno es solo músico, ni otro es solo poeta, ¿qué sois, qué queréis ser?
–(Víctor) Ser inclasificable tiene sus desventajas. Siempre vas el último en la clasificación. Pero tiene una ventaja muy grande: vives en la necesidad, pero la dignidad te acompaña y la libertad te alimenta.

–¿Parece que se presenta un verano duro o para vosotroslo que nunca ha existido es un verano blando?
–(Rodri) No todo, pero en general la mayor parte de nuestro gremio, no ha conocido muchas estaciones blandas, ni veranos ni inviernos. Son muchos y diversos los problemas que nos afectan, pero aún así, esta temporada parece que se presenta mucho más dura de lo normal. Se cancelan muchas actuaciones, se complican las condiciones para realizar conciertos, se destina menos dinero a actividades culturales, y estos nuevos problemas se suman a los endémicos. La verdad que no pinta nada bien, pero mantenemos la esperanza de que la situación mejore, y nos consta que hay sectores que están aportando su granito de arena.

Ellos son los personajes, Rodrigo Martínez y Víctor M. Díez, seguramente lo mejor sea ir a verlos y comprobar que aún «suena» mejor de lo queellos dicen. Tan solo añadir lo de todos los días, que la entrada al Palacín es libre hasta completar las ochenta localidades que permite el aforo para ajustarse a las medidas sanitarias pertinentes, por lo que las invitaciones se pueden recoger en las taquillas del Auditorio, con un máximo de dos por cada persona que acuda.
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