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Algo habrá hecho

23/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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n una esquina de Roma, próxima a la Piazza Navona, se apoya una estatua amputada de mármol gastado que tal vez represente a un guerrero griego. Su ubicación y estado son discretos, pero desde hace siglos los romanos la utilizan para adherir a su base panfletos y escritos anónimos, satíricos o críticos, afines al libelo. El apodo popular del personaje, que no se conoce de dónde procede a ciencia cierta, es Pasquino y en algunos países ha dado nombre a la prensa sensacionalista o calumniosa: pasquín.

En épocas inquisitoriales y en aquellos momentos en que las garantías y las libertades se apartan de la justicia, la acusación anónima se convierte en frecuente instrumento de venganzas, y su publicación impune airea en el fondo inquinas personales inconfesables.

En nuestros días, las trifulcas en las redes sociales han tomado de aquellas prácticas sus peores maneras, de manera que asistimos constantemente al desfogarse de personas groseras, agresivas hasta la náusea y a menudo desinformadas que se despachan a fondo con insultos y descalificaciones sin tino. Todas ellas se refugian en un anonimato cobarde. La indignidad de tales procedimientos solía distinguir esos foros enmerdados de la prensa auténtica y profesional, asentada a veces en libros de estilo.

Hoy día, ajironada como dicen, cierta prensa ha optado por acoger las mismas manifestaciones que desdeñó y no hace falta más que leer los comentarios amparados en el anonimato que de las noticias escriben ciertos forofos para caer en la cuenta de que chapotean juntos en el fango que criticaron. Pero eso no es lo peor. Lo más alarmante es que los propios periódicos han optado en buena medida por ese modelo ‘forofo’ (a veces incluso anónimo) para aventar sus inquinas personales o empresariales.

Desde evitar menciones de aquellos casos que afectan al dueño del medio hasta buscar un ‘enfoque’ de la noticia que, bajo la excusa de una supuesta objetividad muy dudosa, reparte estopa o lisonjas según el capricho o las necesidades de una línea editorial que responde a las tripas o los intereses más que al sentido común. Los titulares superfluamente jocosos al estilo de la prensa deportiva más grotesca, la diatriba ignorante o el cuestionamiento partidista delatan este modelo de hooliganismo apesebrado.

Expresiones como «algo habrá hecho» se oyeron siempre en las detenciones ilícitas llevadas a cabo en regímenes despóticos, referidas por quienes las justificaban. Se dijeron siempre sin explicar qué, cómo, cuándo o por qué. Hoy sirven para culpar a cualquiera de la guerra de Cuba (ocasión, por cierto, de un célebre amarillismo) o embarrar cualquier acontecimiento con sospechas ficticias. Por suerte, no es difícil saber quién lo habrá hecho. Quien emplea ese tipo de frases y luego clama porque se venden menos periódicos o porque la profesión esté hecha trizas.
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