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Álgebra del lúpulo

19/09/2021
 Actualizado a 19/09/2021
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Hacia el final del verano, por la verja del corral trepaba el lúpulo. Como ni las gallinas le hacían ni puñetero caso, yo no sabía qué uso tenía esa planta con flor de pegajoso verde. Desaparecidos la planta, la verjay el corral, me enteré de que su polen se usaba para equilibrar y matizar el sabor de la cerveza. Y desaparecido el rechazo a beber el resultado (porque falta el ser humano que nazca gustándole), supe que a escasos veinte kilómetros de mi corral, en la Ribera del Órbigo, se producía la casi totalidad de ese cultivo en España y era un justificado motivo de orgullo y prosperidad para la zona.

Pero sus números son decepcionantes, porque algo tan renombrado de semejante familia vegetal solo genera para sus productores nacionales en millones de euros cuatro. Quien sepa de álgebra que le dé una vuelta a esta anti-bicoca. Porque el provecho de aquella tierra caliza tras el trabajo estacional de sus orgullosos lupuleros (entrañables como David el Gnomo) batallando entre los tendidos contra los hongos (asquerosos como los Trolls) con menos armas fitosanitarias que en el norte de Europa solo supone el 0,02% de los ingresos agrícolas españoles.

Casi todo el lúpulo de la vega del Órbigo lo adquiere (a cuatro euros en flor, que reducirá su peso a la quinta parte al secarse) la empresa americana Hopsteiner, a quien las grandes cerveceras le compran prácticamente el pleno de lo que junta, dejando apenas nada para los productores pequeños. Pero esos artesanos con muy poca sustancia ya lo hacen, porque el polen de esta planta da para obtener muchos litros de la bebida. Y lo pagan a treinta euros el kilo seco de ‘nugget’, la variedad ahora imperante en León, más aromática que otras más amargas que tuvieron su momento hace años.

Estos humildes números (supongo, ignorante) hacen que el cultivo del lúpulo no esté extendido en España y seamos importadores, porque no producimos todo lo que necesitamos y tenemos que traerlo de Alemania, que es quien más produce y quien controla el mercado. Alemania es la Reina del Brillo, digo del lúpulo. Nada sorprendente, por otro lado, siendo la birra allí bebida nacional. En España estamos solo un poco más arriba en el ranking de consumo que en el medallero paraolímpico (quiere decir: por debajo de los diez primeros). Estuvo el furor por las cervezas de trigo de hace quince años y el de las cervezas artesanas de hace unos cuantos menos, pero a la mayoría nos vale con una Clásica. Eso sí, apreciamos muy mucho poder tomarla en la barra de nuevo.
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