Alfredo Puente: "Ha llegado el momento de cambiar de problema"

La Fundación Cerezales Antonino y Cinia inaugura este domingo una nueva exposición vinculada a un proyecto de investigación en el que participan los artistas Irene Grau, Juan López y Jorge Yeregui

Bruno Marcos
22/05/2021
 Actualizado a 22/05/2021
Vista de la sala de exposiciones que alberga la muestra ‘A punto de ser nada’ que se inaugura este domingo. | FCAYC
Vista de la sala de exposiciones que alberga la muestra ‘A punto de ser nada’ que se inaugura este domingo. | FCAYC
Alfredo Puente es el comisario de la exposición titulada ’A punto de ser nada’ que la Fundación Cerezales Antonino y Cinia inaugura el 23 de mayo con varios estudios sobre el paisaje del territorio en el que se ubica, mirado a través de los materiales que lo conforman en constante transformación a lo largo del tiempo y con proyección al futuro.

– ¿Cuál es el tema fundamental que propone ‘A punto de ser nada’?
– Es una exposición sobre paisaje. Parte de paisajes y de fragmentos de estos que pueden verse desde aquí, desde donde estamos, en el medio rural de la provincia de León. Más en concreto, se fija en la materia de la que están compuestos esos paisajes. A partir de ella, localiza nuevos eslabones hacia lo que esos mismos paisajes fueron en otros momentos y utiliza aspectos de la ciencia ficción especulativa para imaginar lo que serán. Ofrece al visitante la posibilidad de cruzar distintos momentos en el tiempo y recorrer numerosos estratos de esa materialidad y lo que ella puede contarnos hoy.

– Este proyecto no se limita a reunir unas cuantas piezas sobre un tema concreto dentro de las paredes de una sala de exposiciones. ¿Cómo ha sido la metodología de trabajo?
– Se ha realizado toda una serie de trabajos de campo en montañas, minas a cielo abierto, explotaciones ganaderas y grandes infraestructuras como los túneles que cruzan la cordillera Cantábrica, junto a los artistas Irene Grau, Juan López y Jorge Yeregui. A lo largo de los tres últimos años estas expediciones han permitido construir la columna vertebral de la exposición. Además de la colaboración de vecinas y vecinos de la zona –quienes dan título a la propia exposición a través de ese tópico, el «a punto de ser nada» con el que se enfrentan a estos paisajes hoy– y de numerosas instituciones como el Museo de León, CIUDEN_Ciudad de la Energía, el Archivo Histórico Nacional, la Smithsonian Society (y su fondo fonográfico Folkways), el Archivo Joaquín Díaz o la Real Academia de Artillería de Segovia, que nos han permitido descubrir esos eslabones de los que antes hablábamos entre las distintas capas, estratos y tiempos no lineales que circulan dentro de la exposición.

– La exposición contiene materiales de diferente naturaleza, no sólo obras de arte contemporáneo, de qué materiales se trata y qué tipos de diálogos establecen entre sí. – Es una responsabilidad de quienes formamos parte de las instituciones culturales trabajar con rigor para que diferentes materiales formen conjuntos elocuentes que lleguen con claridad a los ciudadanos sin escatimar nunca profundidad y dinamizando la comunicación con fuerte presencia de lo contextual. En nuestro caso, proyectos como ‘Territorio Archivo’, ‘Arqueologías del futuro’, ‘Declaración de ruina’ o ‘Región (Los relatos). Cambio de paisaje y políticas del agua’ se esfuerzan por investigar y evolucionar de manera constante a partir de esta metodología, que está en el ADN de FCAYC. En el caso de ‘A punto de ser nada’, se trata de documentos y mapas históricos, obras de arte actuales producto de trabajos de campo realizados por la provincia, pinturas del siglo XVII, colecciones botánicas, de fósiles y minerales, documentales como ‘Los montes’ de José María Martín Sarmiento o ‘Earth’ de Nikolaus Geyrhalter, fragmentos de las voladuras de la mina la Nueva Julia de Laciana con fósiles, además de una selección de libros en la biblioteca sobre el tema y cerca de 70 discos de antropología sonora de todo el mundo. Todos ellos dialogan para mostrarnos las formas de vida locales poderosamente conectadas con situaciones globales que gravitan en torno al tema de la energía, el extractivismo fósil, la geoingeniería, el sector primario o la pérdida de población humana. Lo diferente de proyectos como este es que se lanzan preguntas que no buscan respuestas nostálgicas ni melancólicas, sino activar recursos intelectuales para encarar el presente y situar escenarios de futuro de los que somos directos responsables. – Todo el paisaje de la provincia es un paisaje intervenido en el que realmente lo natural está arrinconado, todo él ha sido cambiado: vías de comunicación, túneles, puentes, carreteras, trenes, tendidos eléctricos, cultivos y dos de los grandes transformadores del territorio: la minería y los embalses. En este proyecto hay una mirada intensa hacia el subsuelo. ¿Por qué?– El subsuelo tiene su propia agenda. Fluye en este planeta mucho antes que nosotros y todo tipo de comunidades dependen y se nutren de él. Perdemos de vista la importancia que tiene en la configuración de nuestra realidad cotidiana, una realidad profundamente condicionada por tecnologías y los media que, sin una base geológica y mineral, no se produciría tal y como la conocemos. No somos algo ajeno a la naturaleza, esta no sucede fuera de nosotros. El subsuelo conecta directamente con la forma en que conocemos y representamos el mundo en que vivimos, y su huella material. Las distintas capas narrativas que soporta dicen quienes somos como especie, dónde están nuestras contradicciones y cuál es nuestra relación con la Tierra y cuanto forma parte de ella, humano o no humano. Introduce preguntas comprometidas acerca de qué vive y qué muere, en qué lugar y por qué. Reducir nuestra distancia con la tierra y con el subsuelo nos da claves para saber qué aspectos de nuestra forma de vivir deben cambiar para poder seguir habitando este planeta junto a otras especies. Crear imaginarios para desplegar una sensibilidad hacia todo ello y ayudarnos a encarar esas transformaciones es importante. – La negrura de la mina, el carbón, el talco, el cinabrio, las montañas de escoria… levantaron toda una estética reconocible, nuevas formas del paisaje simbólicas: ¿Sus huellas, después de la desaparición de todas estas actividades, sus cicatrices, qué relato construyen?– Por momentos hemos imaginado este proyecto como un biblioteca de paisajes fantasma. Fragmentos de todo tipo de imágenes y formas de vida conectadas entre sí, a veces de manera más directa y otras menos. Restos de materia en permanente tensión y deformación, como si hubiesen sido recuperados en proximidad de agujeros negros. Esta idea nos acerca a narrativas que se comportan en sí mismas como agujeros negros, capaces de absorber cualquier cosa y a los que es difícil asomarse y a las tecnologías que las modulan. Hemos tratado de sobreponernos a ello, entender que esa negrura, que enlaza cielos abiertos de la provincia y tierras fértiles y oscuras de valles están en el haz y en el envés del mismo suelo que pisamos, simultáneas y que en ese mismo registro se están enlazando millones de años de procesos no lineales, donde conviven virus, microorganismos, Dicksonias antarcticas, Goma 2, mineros, empresas, instituciones públicas de restauración del paisaje, geles de acrilamida o semillas genéticamente modificadas para transformar paisajes lunares en otros tipos de sector primario donde seguir extrayendo. – Tiempo geológico, tiempo industrial, tiempo de la vida natural, tiempo humano. ¿Cómo se registran todos ellos en la exposición?– Todos esos tiempos atraviesan nuestra existencia. Algunos de los procesos minerales que están ligados al origen de la vida en la Tierra incluso han dejado su huella en forma de nuestros propios huesos y células, como señalan investigadores como Manuel de Landa o Jussi Parikka. Estamos mucho más ligados a las transiciones entre estados de la materia de lo que imaginamos. Hoy respiramos moléculas de CO2 que fue producido hace más de dos siglos, en el inicio de la revolución industrial, como ha medido la ciencia y, a su vez, producimos el que respirarán quienes nos sucedan en la Tierra dentro de dos siglos o más. – Quizá la imagen más impactante sea la de los miles de fósiles aflorando tras una voladura de dinamita.– Es una prueba de que la historia no es un continuo lineal. Esa imagen contiene restos de la flora que pobló está provincia hace alrededor de 450 millones de años, así como las trazas químicas de explosivo que las ha llevado de forma imprevista a la luz, en una mina a cielo abierto que fue propiedad de Victorino Alonso, Nueva Julia, en Carrasconte. Los actuales obreros de la empresa pública de infraestructuras TRAGSA los recuperaron y nos los cedieron. TRAGSA se ocupa de llevar a cabo la transformación del paisaje lunar del cielo abierto en pastos para ganado acelerando procesos naturales. Si no lo consiguen en pocos meses, España será penalizada económicamente por la Unión Europea. Esa voladura es un espectro que irradia tiempos, vidas y tecnologías cruzadas cristalizadas en una imagen mineral.– En uno de los textos que acompañan la exposición se citan las «ruinas al revés» de las que hablara el artista Robert Smithson. Para él eran construcciones edificadas directamente hacia la ruina sin pasar por un momento de esplendor. ¿Es posible que todas las grandes obras realizadas en la provincia entrasen en esa categoría, trabajos que fueron directamente a arruinar el lugar?
– La historia nos enseña hasta ahora que ciclos de esplendor y ruina mantienen un ritmo constante desde la óptica de los seres humanos. Suelen estar conectados a una idea monolítica de acumulación de riqueza, pero un análisis detallado de esos ciclos muestra innumerables cruces y ramificaciones que han cambiado el curso de la vida de infinidad de seres, que han transformado todo tipo de paisajes y dejado cicatrices profundas. El «a punto de ser nada» que repiten muchos vecinos de esta zona tiene más de un ángulo. Nos preguntamos al escucharlo si encerraba una idea derrotista del hoy, una especie de cancelación del presente o si por el contrario proponía una actitud de resiliencia: la de aquellos quienes han visto recomponerse una vez tras otra el paisaje al que dirigen la mirada y saben que esta no será su configuración final sino que se seguirán sucediendo una tras otra. En ese esfuerzo recomponen además sus propias vidas.

– Hay una sensación general de que la relación humana con la naturaleza haya sido únicamente extractiva y que, una vez arrancadas las riquezas, todo hubiera sido abandonado configurándose un paisaje melancólico: montañas de escoria, pueblos vaciándose, arquitecturas industriales siendo colonizadas de nuevo por la naturaleza, restos que están desapareciendo uno a uno cada día, huellas de vida pasada. Pero esta melancolía puede parecer una reivindicación del pasado, una cierta nostalgia que casa mal con el futuro que queremos, con una naturaleza menos saqueada, con un futuro que no acabamos de formular. ¿Qué conclusiones para el porvenir se deducen de ‘A punto de ser nada’?
– La provincia de León se ha visto muy debilitada en las últimas décadas por imaginarios romantizados y nostálgicos sobre un pasado ligado al sector primario y a la acción de explotar y transformar paisajes. Esa forma de vida ha creado arquetipos que esconden los problemas a los que nos enfrentamos en este momento del siglo XXI. Abordarlos exige grandes dosis de inteligencia colectiva, energías y perspectiva de futuro. Podemos hablar de situaciones locales en esta región que enlazan de pleno con procesos planetarios. La geoingeniería y los procesos de descarbonización de la atmósfera forman parte de la realidad actual de nuestras cuencas mineras, pero no se detienen ahí, son un aspecto clave que afecta a la vida de los habitantes de todo el planeta, que forma nuevos paisajes cada día, que se proyecta hacia otros planetas a través de la idea de terraformarlos. Lo mismo sucede con otros ángulos del sector primario. No permitamos que esa relación melancólica con el pasado se convierta en un epitafio para esta provincia. Ha llegado el momento de cambiar de problema.
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