Alfredo Pérez Rubalcaba

José Álvarez de Paz
08/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Ahora que han pasado las intensas jornadas electorales donde era difícil discernir «entre las voces una», recuperada por fin la fatiga central cerebral mientras los vociferentes están ocupados en las tareas más domésticas de reparto del poder escaso, es momento para decir adiós a un político coherente que nos ha dejado en un hospital público y trabajando en una universidad pública. Él renunció al uso de las famosas puertas giratorias, aún reconociendo que quienes las usen dentro de los tiempos y limitaciones legales en cada caso, hacen uso de un derecho y que quien se acoge a un derecho no ofende a nadie.

Le recuerdo cuando siendo él adolescente, frecuentaba la casa de mi padrino Pepe, a cuyo sepelio nos acompañó años después como uno más de la familia, una tarde que llovía sobre Madrid una ceniza venida de África.

Algunos pocos años después le vi llorar a lágrima viva en la despedida de mi prima María de Paz de la Brena, su amiga de la infancia. Por el tanatorio pasaron todos los dirigentes del socialismo madrileño, pero Alfredo siguió con nosotros toda aquella tarde, por lo que tuve ocasión para hablar con él de muchas cosas, también de nuestra provincia de León, de sus carencias y capacidades.

También tuvimos tiempo de comprobar una vez más, aquella tarde triste, su proverbial sentido del humor, que un velatorio da para mucho. Unos familiares que llegaron tarde, nos encontraron al fin cuando unos desconocidos les informaron que éramos el grupo donde estaba el señor Rubalcaba. Vaya por Dios en lo que acaba uno, dijo él, convertido en un mojón.

Fue un político diferente que por necesidades del servicio, navegó sin romperlo ni mancharlo las aguas turbias de las cloacas del Estado, con la astucia de la serpiente y con la inocencia de la paloma. Quienes le conocimos bastante, sabemos que aunque ocupó cargos relevantes en el servicio público, fue en realidad un perdedor hasta que cuando aliviado dijo muy contento : por fin parece que esto se encarrila, un ictus ciego se lo llevó por delante.

No hay espacio en un escrito como este para analizar la gran pasión de su vida, una educación pública, universal, gratuita, laica, respetuosa y abierta, el mejor bien no perecedero que podemos legar a nuestros hijos, eso sería un resumen de su paso por el Ministerio de Educación.

De su paso por el Ministerio del Interior destacaría la combinación de las mesas de diálogo con el terror con el impulso a la vía Nanclares de su personal diseño, la colaboración policial hispano-francesa en la lucha contra terrorista, la respuesta implacable a cada golpe de la banda, de forma que en apenas dos años cayeron los últimos cuatro jefes militares de ETA, no abatidos por las armas sino puestos a disposición de los tribunales de justicia, hasta el cese definitivo de la violencia terrorista, dato histórico por el cual le estaremos siempre agradecidos . Si Rubalcaba no fuera tan olvidadizo de sí mismo, bien podría decir con «me molestan todos los elogios , porque siempre se quedan cortos».

Fueron casi unánimes los elogios que recibió en su partida aquel luchador incombustible, que solía decir que «los españoles, enterrar, enterramos bien».

José Álvarez de Paz es Diputado de honor del Parlamento Europeo.
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