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Alfonso Fernández Ayuso

30/12/2021
 Actualizado a 30/12/2021
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Castilla y León siempre sueña con Madrid. Con sus rascacielos de oportunidades y su rompeolas de secano que resuena en todas las Españas, en las diversas y en las calladas. Esta tierra, como casi todas, es engullida a diario por el monstruo afable de Madrid, que es sirena, oráculo y hasta Otelo soplando celoso el viento de provincias. Nuestros políticos miran con deseo todo lo madrileño. De reojo, de frente y hasta de espaldas. Pero siempre anda ahí con esta luz tan potente que dibuja a carboncillo las sombras. Madrid es un personaje literario, como decía Hemingway, y quizá este atisbo de trascendencia sea lo que la convierte en irresistible.

El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, quiere ser Madrid, o mejor dicho, el nuevo Isabel Díaz Ayuso lo que debería implicar decir que desea ser un poco menos Pablo Casado. Ya había enseñado la patita de su fascinación por la exitosa estrategia de Ayuso en Madrid, musa del centro derecha y aclamada hasta en Malasaña como no aplaudirán a Mañueco ni en el próximo congreso autonómico del PP. Pero tras soltar el lastre que suponía Ciudadanos para avanzar en su ayusismo ya solo le falta la chupa de cuero negro. Y así el salmantino ha montado una franquicia de la Puerta del Sol en el Colegio de la Asunción siguiendo al dedillo el estilo de un viejo conocido de la Junta como es el astuto Miguel Ángel Rodríguez. Su ruptura versionó lo sucedido en la Comunidad de Madrid pero sin ningún señor de Murcia. Mañueco repite incansable su afán de nuevo héroe para frenar al sanchismo, «nuestro único adversario». Aspira a gobernar en solitario, como Ayuso, y ahora fía a la libertad el control de la pandemia negando restricciones, al comité de expertos y récords de contagios. Mañueco se está dejando el pelo largo, a lo Ayuso, y ha olvidado que de mayor quería ser Núñez Feijóo. Hasta su némesis en campaña será también un exvicepresidente. Qué pena que fuera el suyo.
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