08/01/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Es común oír decir, como expresión de la sabiduría popular, que eso de las alergias es enfermedad propia de nuestros tiempos. Pero esa, como otras muchas creencias, es falsa, pues desde la Antigüedad sabemos de esa reacción de nuestro sistema inmunitario. Y tampoco es que se trate de una enfermedad sino de un error de nuestro cuerpo en la determinación de una sustancia o agente como peligroso cuando en realidad no lo es.

Las distintas generaciones de la Historia siempre tuvieron la inclinación a considerar su propio presente con la pretensión de estar viviendo la plenitud de los tiempos, y por ello tampoco creo que la tendencia a construir culturalmente nuestra realidad física sea cosa del ahora. Alergias culturales ha habido siempre. Alergias a los colores, de los que sacamos interpretaciones y sentidos que de por si no tienen; alergias a los símbolos, los gestos y a las palabras, que cargamos de intencionalidad que no tienen; o alergias a las banderas, curiosamente siempre a esas que no consideramos nuestras y que no nos representan y que son acompañadas de analergia para las propias. A mí, por ejemplo, la portada que Le Monde le dedicó recientemente a Macron no me produjo ninguna alergia. No sé por qué estúpida razón me sugería una portada de la prensa deportiva de los cuarenta con algún venerable jugador del Atlético de Madrid o del Athletic de Bilbao.

Cosa distinta es la intolerancia alimentaria, con la que, cómo no, también hacemos construcción cultural, puesto que un alimento nos siente mal no lo convierte necesariamente malo para el conjunto de la Humanidad. Pero es tendencia humana (no sé si cada vez más acusada, pues seguro que en el pasado alguien llegó a pensar que en su época se estaba llegando al sumun de la intolerancia) negar alimentos basados en la propia experiencia. No deberíamos confundir alimentos y venenos, pero lo hacemos. Yo tengo mi propia receta, tal vez lastrada por alguna intolerancia alimentaria, vaya usted a saber: veneno es lo que promueve la violencia y la desigualdad, el resto es como el gluten para las personas celíacas.
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