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Al quinto riego

21/07/2021
 Actualizado a 21/07/2021
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He vivido varios momentos clave en toda la pandemia. Uno de ellos fue cuando mi madre me dijo: «¿Comemos o todavía no ha acabado de hablar Igea?». Es lo que tiene teletrabajar en la camilla de la salita con madre y padre al brasero esperando a que yo acabase mi particular misa pandémica diaria. Ahí me di cuenta de que era como uno más de casa y será por eso, quizá, por lo que tanto el portavoz de la Junta como mi madre son probablemente dos de las personas que más cito en estas líneas, sin entrar ahora a analizar los motivos que les han traído aquí.

Otro momentazo fue el que viví al ponerme en carretera con Mauricio Peña para recorrer las carreteras del Páramo y hacer un reportaje sobre una empresa que llevaba a los más mayores de la zona la comida a domicilio. Aquellas carreteras desiertas, la distancia, la incertidumbre,la solidaridad… Tampoco me olvido de cuando volví a pisar las calles de la ciudad después de varias semanas viéndolas tan solo por las fotos que mis compañeros hacían, que aun siendo imágenes estáticas mostraban el sonido y no era más que silencio. Cuando abrió Andrés el bar del pueblo, cuando volví a ver al mozo, cuando mis tíos pudieron volver a cruzar el Negrón, cuando me llamaron para convocar a mis padres a vacunarse... Y así desde aquel marzo de 2020 hemos llegado a 2021, con pequeñas alegrías y unos cuantos sinsabores. Y mientras la pandemia pasaba, pasaban las olas. Primera, segunda, tercera, cuarta y quinta. Una, que está cimentada en la Vega del Esla pero que lleva las paredes de adobe, no está acostumbrada a la jerga del mar. Me hubiera gustado más que, por ejemplo, se hubieran medido los repuntes de contagios por riegos. El primero, el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto. Este sería el que estamos dando ahora. Y es que como con los riegos pasa con la pandemia. Que siempre se anda a la pelea. Unos pasan de regar por la noche, otros se lían de camino a la finca y sale el agua para el camino, a otros se le atascan los pajaritos, otros hay que se mojan hasta la rodilla por dejar las botas de goma en casa... Justo lo mismo que le pasa a la Junta, experta en inundar de agua la tierra del vecino, que no es otro que el Gobierno. Pero al quinto riego resucitaron. Ya lo dijo ayer Igea: «Somos idiotas».
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