20/09/2019
 Actualizado a 20/09/2019
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Cada vez estoy más convencido de lo que publiqué en esta misma columna el 24 de mayo de este año, dos días antes de las elecciones municipales, sobre la nostalgia que me invadía de aquellos años de bipartidismo en el que España castigaba o premiaba la gestión de un gobierno de centro izquierda o de centro derecha.

Las nuevas formaciones han venido a complicar todavía más el asunto para finalmente pecar de los mismos defectos que los partidos tradicionales y encima en tiempo récord. Muchos no entienden que el nepotismo, la mediocridad, la corrupción, la ambición… no son rasgos característicos de ninguna ideología democrática, si no de las personas que militan en ellas y mientras en los partidos haya personas, habrá vicios, independientemente de que esas personas vistan chaquetas azules, rojas, naranjas, moradas o verdes.

Pues bien, resulta que ahora vamos a tener que volver a votar porque nuestro voto en las últimas elecciones no ha valido, nos hemos equivocado, o por lo menos eso nos dicen nuestros gobernantes.

Yo que he sido político ‘en activo’ y me sigo considerando político, aunque ahora estoy en la reserva o precozmente prejubilado por aquello de los daños colaterales, me avergüenzo de mucha de la clase política y sinceramente veo más pronto que tarde el día que nos tiren a todos los políticos al ‘pilón’, y con razón.

Hace dos semanas les hablaba de liberalismo y responsabilidad y de cómo la libertad individual debe venir de la mano de la asunción de responsabilidades sobre nuestras decisiones, pero esto va por barrios y nuestros gobernantes tienen también mucha responsabilidad sobre lo que nos pase.

Quiero pensar en todos aquellos jóvenes que, en el ejercicio de su libertad, han iniciado proyectos empresariales, los jóvenes que gracias a encontrar un trabajo se han planteado formar una familia, la gente que ha decidido alargar sus años de estudio para aspirar a una plaza de funcionario…

Esas decisiones son responsabilidad de cada uno, pero nuestros gobernantes tienen la obligación de, por lo menos, no complicar las cosas y no andar mamoneando con cálculos electoralistas para ver si pueden fagocitar a otras formaciones políticas sin parecer importarles el bienestar de los ciudadanos y el crecimiento de España.

Cuando esos autónomos tengan que bajar la trapa y queden ahogados en deudas, cuando esos padres de familia se queden sin trabajo y sufran por el bienestar de sus hijos, cuando esos opositores vean cómo las convocatorias de plazas se paran tirando a la basura sus mejores años… entonces habrá más responsables (unos más que otros) y las miradas tendrán que dirigirse hacia Moncloa con responsabilidad subsidiaria en el Congreso de los Diputados y en cada una de las sedes de cada partido.
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