Al grano, que la paja la lleva el aire

Las limpiadoras de cereal llegaron a las eras del sur de León para acabar con aquello de lanzar al viento el cereal para separar la paja del grano. Una de las primeras, con más de un siglo de historia, la restauran ahora en Gordoncillo

T.G.
11/11/2018
 Actualizado a 19/09/2019
La limpiadora es el nombre común en la zona sur de León, aunque en otras zonas se la denomina aventadora o beldadora.
La limpiadora es el nombre común en la zona sur de León, aunque en otras zonas se la denomina aventadora o beldadora.
Lanzar al viento. Una expresión un tanto poética que tiene tras de sí uno de los trabajos que con menos cariño se recuerda del campo de la primera mitad del siglo XX por la dureza que entrañaba. Será por eso que los mayores que visitan el Mihacale de Gordoncillo, cuando ven la máquina con la que se limpiaba el cereal se plantan delante de ella y resoplan: «El trabajo que nos ahorró esta máquina». Con ella el labrador iba al grano y dejaba a un lado la paja, pero el avance no llegó de forma generalizada hasta los años 60, siendo desde principios de siglo y hasta entonces un apero del que solo disponían los más adinerados o agrupaciones de labradores que la compartían. Una de las primeras se conserva en Gordoncillo, donde estos días trabajan en su restauración y conforme avanzan estos trabajos es la máquina la encargada de revelarles su propia historia.

La limpiadora, como se denomina en el sur de León pero que en otras zonas lleva el nombre de beldadora o aventadora, es propiedad del Ayuntamiento de la localidad que ha aprovechado una subvención del Instituto Leonés de Cultura (ILC) destinada a la recuperación de bienes muebles. Con ella el Consistorio pretende continuar con su afán por poner en valor el patrimonio agrícola, en este caso a través de un apero que es fruto de una donación anónima. Los trabajos se centran en la limpieza y restauración tanto de las partes de madera como de metal, para lo que trabajan expertos en ambos materiales. Y conforme sus tareas avanzan, van descubriendo nuevos aspectos de la máquina de modo que si en un principio dudaban de que tuviese una antigüedad de 100 años, esto ya lo han certificado por los rasgos descubiertos como por ejemplo la «cuidad decoración de estilo modernista» que muestra en los laterales. «Esto nos puso en la pista de que puedo ser fabricada hacia 1920», explica Javier Revilla, historiador que participa en este proyecto.

Otra de las pistas que ha arrojado la limpieza de la máquina ha sido la de su fabricante y taller de origen. Y es que donde en un primer momento leían ‘Carbajo’ en la zona del bombo, tras hacer la limpieza apareció ‘Carbayo’, relata Revilla quien cuenta que fue en el engranaje de la manivela donde descubrieron el nombre de ‘Juan Carbayo, Benavente’, un fundidor zamorano. De todo ello Revilla desprende que fue Carbajo quien fabricó la máquina, pero Carbayo quien se encargó de la parte metal de la misma. La limpiadora también cuenta que primero fue manual, que funcionaba a través del movimiento producido por una manivela que propiciaba que funcionasen las aspas que en su interior generaban el viento para hacer volar la paja. Al mismo tiempo movía la rejilla a través de la que se separaba el grano que valía del que no. Este último se conocía como las granzas y concretamente iba a dar a la zona de la máquina que se denomina infierno. Lo que caía en ella servía después de provecho de las gallinas. Por otro lado salía el grano limpio, ese que después de pasar por esta máquina acababa en el molino para salir de él en forma de harina. Y aunque este apero de labranza dejó atrás el uso del bieldo para quedarse con el grano y que la paja se la llevase el viento, la tarea seguía siendo complicada y un tanto farragosa. Se necesitaba fuerza para moverlo e ingenio para sobrellevar la tarea. Por eso esta en concreto contaba en su parte superior con una curiosa veleta de madera amarrada con unas cuerdas. De este modo, el labrador podía conocer de qué lado soplaba el viento para orientar la limpiadora de una u otra manera y evitar así acabar perdido entre el molesto polvo que generaba la tarea, conocido este como pusla. «Este es un rasgo de gran valor etnográfico», destaca Revilla.Gracias a ese afán por innovar y hacer el trabajo del campo más eficiente y menos costoso, la máquina cuenta que después de la manivela vinieron otros tiempos y con ello su movimiento pasó a estar regido por un motor que se le acopló. Este se incendió, y por eso le faltaba a la máquina una madera que ahora han repuesto respetando la estructura de la original en todo momento. A pesar de ello Revilla reconoce que su «buen estado de conservación con daños propios del paso del tiempo y de su uso».

Los trabajos que llevan a cabo pretenden recuperar la máquina en su origen manual. «Se ve que era de colores vivos en origen pero el tratamiento que le estamos dando pretende fijar la antigüedad de la máquina, su oxidación, que se vea ha estado viva... El Partenón de Atenas estaba pintado de colores rojizos y vivos pero a nadie se le ocurriría restaurarlos y pintarlos otra vez. El criterio de restauración con fines museísticos tiene que ser respetuoso con la conservación del original para mantenerlo y conservarlo», reflexiona el historiador.

Cuando estos trabajos de recuperación finalicen, la limpiadora podrá contemplarse en el Museo de la Industria Harinera (Mihacale) de Gordoncillo, un lugar que además de mostrar el pasado molinero de la economía de la localidad, va llenándose poco a poco del patrimonio agrícola de la zona, ese que mantiene con vida el testimonio de lo que fue el campo, el origen de lo que conseguido hasta ahora. Y es que es mucho lo que ha cambiado en un siglo la agricultura. Ya no hay que barrer la era, tampoco acarrear lo segado hasta ella para después extenderlo. Ya no se enganchan los machos al trillo ni se utiliza el bieldo. Ahora que vayamos al grano, que la paja la lleva el aire: «Si de algo podemos presumir es de nuestro rico patrimonio agrario. Conservémoslo», concluye Revilla.
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