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Ajustes de cuentas poco corrientes

25/03/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Ni la semiótica, ni la teoría de la comunicación social ni la Real Academia de la Lengua han conseguido descifrar el enigma de por qué unas palabras quieren decir una cosa y en realidad significan otra, muchas veces la contraria. Es algo que va mucho más allá de que se escriba Carrefour pero algunas personas sigan leyendo Continente. Tiene que ver con el subconsciente. Un titular dice "Dos heridos al salirse de la vía un turismo de madrugada" y el subconsciente subtitula "seguro que eran jóvenes que iban borrachos y más rápido de la cuenta", o cuando el titular dice "el consejo de administración tiene toda su confianza depositada en nuestro actual entrenador" y el lector entiende "a éste le quedan dos telediarios". Ocurre también con las peleas en determinados barrios o entre determinadas etnias, que pongan lo que pongan las letras siempre se leen como "sería un ajuste de cuentas". A mí también me ocurre lo mismo, lo tengo que confesar, pero no me pasa con los accidentes ni con las peleas. Leo "Cristina Cifuentes obtuvo su título de máster en una universidad pública con notas falsificadas" y pienso automáticamente en un ajuste de cuentas. De cuentas internas, en concreto, que son las que se ajustan con mayor crudeza. Los rojos oficiales participan del linchamiento, tan ruidoso como estéril, la oposición pide a la presidenta de la Comunidad de Madrid que dimita, algunos se ponen medallas sobre la importancia del periodismo de investigación cuando no han sido más que altavoces de una filtración interesada y nadie parece recordar que, hace ahora un año (el Pleistoceno en términos de redes sociales), la susodicha despidió al rector de la Universidad Rey Juan Carlos acusándole de plagiar trabajos a sus alumnos. A todo ello habría que añadir que el horizonte electoral tensa todos los mercados pero sobre todo el de la política, y que los pocos candidatos que no tienen una cita con la justicia antes de la cita con las urnas se revuelven con violencia para coger posiciones, lo cual convierte el camino hacia el escaño en una peligrosa carrera de obstáculos. Y si sumas la ambición de nuestros políticos y los egos de los profesores universitarios, el vestuario del Real Madrid parece una comuna hippie. En cualquier caso, llama la atención la cantidad de lecciones de moralina que envuelven el caso. Parece que el máster en Derecho Autonómico es imprescindible para ejercer cargos de responsabilidad y que, en este país, todo el mundo ha conseguido su máster con mucho esfuerzo, tenacidad y dedicación. Otra vez nos vemos hipnotizados por el mismo show, opinamos como si entendiéramos sobre el espectáculo de los fuegos artificiales que nos tiene mirando para un cielo en el que estallan notas falsificadas, trajes regalados o kilometrajes cobrados por duplicado mientras, a nuestra espalda, siguen pasando de largo los contratos amañados. Eso sí que es conservar una tradición. Las declaraciones más coherentes sobre el caso de Cifuentes y su máster del Universo se las escuché, para mi sorpresa, a un dirigente de Podemos en Vallecas: "¿A quién le importa si ha conseguido su máster en derecho autonómico de forma legal o ilegal si lo que verdaderamente ha demostrado tener es un máster en especulación urbanística?". Las declaraciones más estúpidas, en cambio, se las escuché, y tampoco es que me sorprendiera, a María Dolores de Cospedal, que no dudó en calificar de "machismo" los ataques a Cifuentes. En conclusión, un informe policial resumiría el asunto simplemente como una reyerta entre dos peligrosos clanes que luchan descarnadamente por hacerse con el mercado, en este caso de la papeleta popular. Ajustes de cuentas poco corrientes. Sobre el otro clan nada se sabe, algo raro, como si controlara el CNI. Lo que sí se investiga es que, en esta ciudad, desde hace algo más de una semana, del Palacio del Conde Luna a San Isidoro, se ha detectado un fuerte olor a azufre.
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