07/04/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Aún en pleno año romántico berciano, y me disculpen los amantes profundos y estudiosos de las letras de Gil y Carrasco, continúo peleando conmigo misma para confirmar que eso de que ‘Cualquier tiempo pasado fue mejor’ sea sólo una reflexión nostálgica y no una sentencia en firme.Confío en que lo mejor esté por llegar y vaya pasando un Ahora que se antoja aún muy difícil, contra los sermones de las tribunas. Donde demasiados días parecen lunes y dónde algunos nos esperábamos algo mucho menos metafóricoy más real del Domingo de Resurrección.

UnAhora donde los niveles de fe cristiana se mide en número de turistas y los niveles de oposición a tal fe se miden en kilos de basura por las calles y comentarios desagradables en las redes sociales. Un Ahora, en el queIker Casillas es malo. Un Ahora en el que los niños de seis años traen a casa en vacaciones notables y sobresalientes, aún sin saber ni lo que significan ambas palabras. Y que los de diez, en sus días libres en el pueblo, juegan al bote usando ‘whatsapp’.

Pero también hay un Ahora en el que mis amigos publican libros, abren restaurantes modernos, algunos llegan a ganar bastante dinero con la empresa de sus sueños- para las que un día los bancos les negaron crédito-, e incluso otros se meten en candidaturas electorales. Todos ellos, con ganas de cambiar algo, aunque sólo sea su parte. Porque seguro que también confían en que cualquier tiempo futuro sea un poco mejor.
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