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Ahogados por los números

13/04/2015
 Actualizado a 08/09/2019
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El año se ha convertido en una tormenta numérica, en una riada desbocada. Estamos inundados. Ahí anda el ciudadano medio (o, con tanta crisis, el medio ciudadano), braceando entre los remolinos, sorteando la corriente, esperando que la cosa desagüe, aunque nos deje anegadas las viejas convicciones. Los partidos políticos miden y pesan los sondeos como si se tratara del arte de la farmacopea. Cada pocos días hay una cata en el suflé. En el bizcocho de la actualidad. Llegan numerólogos, o como se diga, de todas partes, expertos en analizar las vísceras de las encuestas, como si fueran los primeros pájaros de la primavera. Humeantes, las entrañas preelectorales son exhibidas con esmero por unos y por otros, pues suelen valer lo mismo para un roto que para un descosido. Para demostrar una cosa y su contraria. La política es elástica como la goma de mascar.

Sin embargo, hay miedo al número. Esas humeantes vísceras muestran confusión, tiniebla, ofrecen lecturas poco confortables, llenan las manos de elegibles y electores de una incertidumbre pegajosa. Por más que las televisiones invitan a expertos matemáticos venidos de los lugares más selectos, gentes capaces de cuadrar el círculo de una tarta electoral (la estadística tiene a veces algo de pastelería), lo cierto es que nadie se atreve a dar un pronóstico definitivo, pues al parecer los emergentes engullen mucha tarta, y los tradicionales, por decirlo así, temen ser devorados. Como no hay seguridad de lo que se cuece en el cuerpo electoral, el suspense de ha apoderado de las tertulias televisivas y de las declaraciones de los candidatos. Muchos callan, nadan y guardan la ropa, hasta que baje la inundación. O el suflé. Otros dicen cosas obvias, ese lenguaje de cartón de la corrección política, que no significa nada, pero que sirve como comida rápida para ir entreteniendo al personal. Todos se controlan por el rabillo del ojo (¿a quién se le habrá ocurrido lo del rabillo del ojo?), como en el sprint de una vuelta ciclista. Pero nadie, o casi nadie, se retrata con respecto a pactos futuros. En Andalucía no hay manera de encontrar una pareja de baile. Los elegidos huyen del selfie. Los emergentes creen que sobrevivirán mejor a la gran inundación de los sondeos, pero la emergencia, como el amor, no es para siempre. En medio de esta granizada de cifras, mientras vuelan las tartas de los sondeos, mientas se cata cada cinco minutos el suflé emergente, Rosa Díez, a lo que se ve, prolonga su Vía Crucis. Ya lo dicen algunos, tanto de la política como de la vida: tanta pasión para nada.
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