¡Aguanta Ucrania! o como vencer a las guerras

Francisco Javier Gonzalez Rojo
05/04/2022
 Actualizado a 05/04/2022
Nieva en Ucrania. El frío atería a los miles que huían expulsados de sus casas. ¡Cómo estruja la soledad los corazones de las familias forzadas a separarse! Mas el monstruoso ruido de las explosiones del invasor resuena a esperanza y libertad de quienes se defienden. Regresará el sol a las inmensas llanuras de trigo esplendoroso que renace y de girasoles erguidos cuando alcancen la victoria.

Los ojos del mundo contemplan con lágrimas heladas cómo un pasado que creían olvidado ha declarado la guerra al futuro que esperaban en paz. Quien iba a imaginar que la autocracia rusa, rememorando imperios del pasado zarista, infringiese una devastación inmisericorde a la sociedad ucraniana que, pacífica, caminaba hacia delante. Pero la desolación que derraman sus aviones, sus bombas, sus misiles no acobarda a los ucranianos. Al contrario, ese anexionismo que el militarismo ruso pretende, espantará a Ucrania de Rusia eternamente haciéndola más Europa.

Insospechadamente, Ucrania, muy inferior en armamento, acorazada de un indestructible espíritu de hermandad nacional resiste y se defiende. Seguramente la ocupación arrinconará a Rusia que se armará de soledad como la del soldado ucraniano que mira alejarse a su hijo llorando en brazos de la madre e intentando agarrarse desesperadamente a aquel vacío que les separa por quedarse a defender su libertad y su tierra con todas sus posibles consecuencias. Es más, tal amenaza militar expansionista, urgirá a Europa a derruir sus fronteras nacionales y a fortalecer los vínculos con sus aliados y a cortar las sogas de dependencia con Rusia para amparar a Ucrania y protegerse.

Mientras, cuanto más avanza y destruye el ejército ruso mayor es la pérdida que el futuro les depara. A la potencia de su armamento se responde con el poder de la economía. De tal modo elasedio ruso sin agua y alimentos de las poblaciones debería cercarse con una asfixia económica imperdonable durante décadas por la gran mayoría de las naciones que disponen de mayores recursos naturales que con los que aquel pretende amedrentarles. Su gas, su petróleo, sus minerales, sus cereales, aguardarán enterrados, almacenados para resarcir el daño ocasionado en un mañana y, muy probablemente, las estanterías de sus farmacias vacías de medicamentos ayuden a detener las heridas de sus disparos.

Tal es la destrucción de infraestructuras y la ruina de edificios que las fuerzas armadas rusas provocan que debieran forzar a Europa y sus aliados a levantar infranqueables muros científicos, barreras digitales y telones tecnológicos que paralicen esos ejércitos armados. Así, el más allá estaría fuera del alcance de sus barcos. Con ello, junto a la economía, la falta de acceso al conocimiento sería la venganza que oxidara todo su armamento.

Fue esa noche impenetrable e incierta cuando el sonido de las sirenas ucranianas despertó de su dormitar a Europa. Saltaron las alarmas. La Unión Europea con la mayor capacidad económica y de conocimiento mundial posible se sobresaltaba debilitada como nunca debido a una septicemia institucional parasitada por el activismo profesional organizado, las fracturas insolidarias de privilegios territoriales y los muerdazos de los intereses económicos a través de la economía regulada. Toda su potencialidad se había convertido en un continente dependiente, en muchos casos, de las materias primas rusas en manos de una autocracia política con fundamentos militaristas y policiales, en gran número, de las fabricaciones chinas bajo el control de otro autoritarismo político que maneja una cada vez más potente economía de estado y, por su individualismo nacional todavía persistente, de la tecnología y presupuesto militar de su cansado socio benefactor norteamericano.

Pero, aun así, aguanta Ucrania, porque esa sociedad europea desvalorizada y ensoñada en un estado de bienestar publicitario, cueste lo que cueste, dará cobijo a esas interminables hileras de tus mujeres e hijos que huyen atemorizados por esasalargadas filas de tanques y cañones que disparan el terror. Amanecerá en Europa con las campanas tañendo solidarias tu valor y resistencia.

¡Aguanta Ucrania! para que, debido a tu dolor, Europa se dé cuenta de la imperiosa necesidad de su imprescindible unidad para evitar sometimientos y porque solo así sustituirá las energías y minerales que importa de tu agresor por recursos que provengan abundantes del espacio y que son de dominio universal.

¡Aguanta Ucrania! porque, por tu sufrimiento, Europa, sin mucha alternativa, lo mismo que a ti te abraza habrá de reubicar sus fábricas, construir infraestructuras y trasladar formación a aquellos territorios y países de pobreza donde ahora se expolian sus riquezas, como en África y también en Sudamérica.

¡Aguanta Ucrania! porque, gracias a tus muertes, a Europa no le quedará otro remedio que a su modo defenderte y destinar gran parte del presupuesto, del que ahora malgasta en cuentos sin cuentas y en entretenimiento, a colaborar con sus aliados para inhibir más invasiones y amenazas de autocracias y totalitarismos políticos con la fuerza de las armas.

¡Aguanta Ucrania! porque de tu ruina, tus llantos, tu angustia en los refugios, tus luces apagadas, la Tierra aprenderá que a las guerras se las vence con el tiempo, a largo plazo, y, aunque Europa no decida por ahora pasar tus fríos, ni compartir tus penurias, ni a quedarse como tú a oscuras prescindiendo del gas ruso para apagar ese infierno, más tarde o más temprano, acabará haciéndolo, ya que en este mundo cada vez más interrelacionado y dependiente unos de otros, el aislamiento de una nación por las demás, por muy poderosa que esa sea, hará que de nada le sirva su armamento.

¡Aguanta Ucrania, aguanta!, porque aunque nunca se te recompense justamente, ojaláque la sangre que derrames ayude a desterrar las guerras para siempre.

La eternidad sobrevivirá a todos los infiernos.
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