Agrícolas trampea al 'taladro' de la vid

El grupo de Ingeniería y Agricultura Sostenible de la ULE desarrolla un dispositivo para capturar a los insectos de una de las plagas "más destructivas" para los viñedos

C. Centeno
13/02/2020
 Actualizado a 13/02/2020
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El grupo de investigación de Ingeniería y Agricultura Sostenible (Guiias) de la Universidad de León lleva alrededor de una década trabajando para hacer frente al xylotrechus arvícola, un insecto que está considerado una de las plagas «más destructivas» en los viñedos y al que han conseguido poner la zancadilla gracias a un dispositivo trampa que permite controlarlo sin la necesidad de utilizar compuestos químicos, cada vez más restringidos para los profesionales del campo.

El conocido como ‘taladro’ o ‘tornillo’ de la vid pone los huevos sobre la corteza de la planta, desde la que las larvas «se meten en el interior de la madera» y van creciendo, dejándola hueca por dentro, hasta que llega la metamorfosis y se forman los insectos adultos, que salen de la cepa. Es en ese momento, que suele darse entre los meses de mayo y septiembre, cuando la trampa actúa capturándolos.

La metodología, que se encuentra en proceso de protección por parte de la Universidad de León, pretende «dar un servicio a las bodegas» ante una plaga que «obliga a cortar cada año toda la madera infectada», lo que supone «una reducción importante de las producciones de uva, también en campañas sucesivas», asegura Álvaro Rodríguez, responsable de la investigación.

La trampa atrae a las larvas, que chocan contra ella y caen por un embudo a un recipiente, desde el que se trasladan al laboratorio  Su eficacia ya se ha comprobado en bodegas como Gordonzello o Vinícola Valmadrigal, en las que han cedido sus viñedos para realizar los ensayos, en Cuatro Mil Cepas o en Pago de Carraovejas. La idea, que ha sido reconocida por el plan Tcue de transferencia de conocimiento entre universidad y empresa, consta de dos partes que se combinan para favorecer la captura de los insectos y evitar así su reproducción. Por un lado, mediante unos compuestos «que están en el propio material vegetal», atraen al objetivo hacia la trampa. Una vez allí, choca contra la superficie deslizante y cae hacia un embudo que finaliza en un recipiente cerrado, «la única forma que tenemos ahora mismo de poder capturarlos», concluye Rodríguez. Una vez recogidos se trasladan al laboratorio de la Escuela de Ingeniería Agraria y Forestal de la ULE, donde «probamos distintos productos biológicos que pueden dar una idea de las líneas a seguir en el futuro» para poner freno a la plaga. En la actualidad, el número de dispositivos se coloca por variedades y en función del tamaño del viñedo.

La investigación, que cuenta con el apoyo de laFundación General de la Universidad de León y Empresa (Fgulem), la Junta de Castilla y León, Econex y la DO León, es una solución «de las pocas y escasas que tienen en la actualidad los viticultores y bodegas» para controlar esta plaga «sin la utilización de productos químicos, cuyo uso a día de hoy está cada vez más restringido por la Unión Europea», asegura Álvaro Rodríguez.

El grupo confía en poder comercializar la trampa una vez finalice el proceso de protección en la Universidad y busca dar «un servicio integral» a las bodegas que estén afectadas por la plaga, «haciéndoles una identificación de compuestos del propio viñedo en combinación con la trampa, explicándoles cuál es el momento de colocarla y cómo pueden hacer la captura de los insectos», defiende Álvaro Rodríguez.

Al servicio de los agricultores

La trampa para atrapar al xylotrechus arvícola en los viñedos es uno de los resultados de un grupo de investigación que pretende transferir conocimientosa los profesionales del campo para facilitarles la resolución de problemas de acuerdo a las nuevas normativas de la Unión Europa en materias como la utilización de fitosanitarios.

Casquero: "El objetivo es dar servicio a los agricultores sin utilizar sustancias de síntesis y yendo acordes a las nuevas normativas europeas"«Nuestros proyectos siempre parten de los agricultores, que vienen a la escuela y nos plantean el problema que tienen y nosotros tratamos de dar soluciones mediante métodos sostenibles», explica Pedro Casquero, director del Guiias. Acordes a las normativas europeas que «están quitando un montón de productos fitosanitarios porque afectan al medio ambiente y a las propias personas», el grupo de investigación de la Escuela de Agrícolas de León busca «en los microorganismos que están en la naturaleza» la solución a plagas y enfermedades de cultivos como la alubia o el lúpulo, además de la vid, con los que trabajan en la actualidad.

«Tratamos de investigar con esos propios microorganismos que están en la naturaleza y que nosotros habíamos visto y experimentado que algunas plantas eran capaces de recuperarse por sí mismas, pues rescatarlos, seleccionar los mejores y cultivarlos para ponerlos a disposición de las empresas», un trasvase de conocimientos con el que trabajan de forma constante. «Muchas veces nosotros aprendemos tanto de los agricultores como ellos de nosotros, es una colaboración muy estrecha», confirma Casquero.

Una cámara de cultivo patentada

Junto a la trampa para capturar al ‘taladro’ de la vid y controlar la plaga, el grupo Guiias ha sido premiado en el marco del Plan Tcue de la Universidad de León, financiado por la Junta y los fondos Feder de la UE, por el desarrollo de una cámara de cultivo para ensayos microbiológicos de competencia mediante compuestos volátiles.

Un dispositivo de laboratorio que ya ha sido patentado en España y espera la patente europea y por el que ya han tenido conversaciones con empresas tanto a nivel nacional como internacional para poder llegar a comercializarlo. Se trata de una «idea sencilla», explica Samuel Álvarez, responsable de la investigación, formada por dos tapas de placa ‘Petri’ enfrentadas y con un agujero en el medio que permite evaluar el comportamiento de un microorganismo ante un determinado compuesto volátil.

«El desarrollo de este prototipo permitiría avanzar en este tipo de investigaciones que cada vez están cobrando más importancia tanto en la agricultura como en la investigación básica», defiende Álvarez. Mediante su uso, se podría por ejemplo «evaluar la capacidad de un determinado microorganismo para controlar enfermedades en plantas de interés agrícola», asegura, por lo que «sería el primer paso de investigación en laboratorio para en un futuro poder aplicar estas cepas de microorganismos en la naturaleza».

Tras el reconocimiento, la cuestión es ahora «que supone un gasto de entre 50.000 y 100.000 euros hacer los primeros moldes para producir la pieza con calidad industrial», confiesa Álvarez, por lo que «se requiere todavía de un estudio de mercado para que las empresas estén convencidas de que pueden recuperar esa inversión inicial».

Mientras estos prototipos del grupo de investigación toman forma y empiezan a llegar a las empresas, el Guiias continúa buscando en los laboratorios de Agrícolas respuestas a los problemas de cultivos como el lúpulo o la alubia, con los que también trabajan en la actualidad.
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