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Agravios municipales en vena

14/04/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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No, no puede ser que el Ayuntamiento de León conculque agravios comparativos. No es de recibo, alcalde. Verá, la señora Torres, doña Margarita –que es de quien se trata–, responsable de la cultura, el patrimonio y el turismo de la capital leonesa, hace de su capa un sayo cuando ejerce las funciones propias de su cargo. En román paladino, lo que le sale de las meninges, si bien podría citarse, vulgarizada, otra parte del cuerpo más ilustrativa, concreta y exacta al caso. Sí, esa.

Veamos. Meses atrás doña Margarita –¡oh, pasmo de sabiduría!– despreció la memoria del destacado leonés y papón Ángel Suárez Ema. A la brava. Porque sí. Y hasta lo etiquetó con mal estilo. Fatal. Al ser requerida por la Junta Mayor de Cofradías se llamó andanas. El asunto era que el Centro de los Oficios elaborara una sencilla placa en recuerdo del que fuera, también, brillante cronista oficial de la ciudad. ¿Y qué dijo la dama? Que nones. Que ‘carril’. La negativa, el sinsabor lo rumiaron los cofrades y la familia, sus herederos, que vivieron momentos decepcionantes con la insospechada postura de la concejala.

Es irrefutable que el relato personal, profesional y humano de Suárez Ema es harto conocido. No admite enmiendas ni raspaduras. Y mucho menos tachaduras. El cronista y profesor fue un personaje y un caballero íntegro en el sentido más laudable de la expresión. Un hombre noble que luchó por León y para León hasta el mismo día de su fallecimiento. Ahí están las hemerotecas.

Pues bien, la señora Torres, en un arranque de lucidez mental –es un decir, naturalmente–, estimó que Ángel Suárez Ema no era digno de que el Ayuntamiento de León –del que, por cierto, también fue concejal– perdiera un minuto en honrar al ilustre leonés. Como si ella, cual ser superior –que por ahí deben ir los tiros– decidiera quién es bueno y quién no. Y Suárez Ema debía ser malísimo en la cabecita de la concejala. ¡Cuánta sapiencia, señora!

Doña Margarita –con su aquiescencia personal y la colaboración al caso de la municipalidad– no ha puesto traba alguna para que al famoso pellejero y bebedor Jenaro –Genarín, con ge– se le colocara, fechas atrás, una placa –confeccionada por el Centro de los Oficios– en la calle de D. Gutierre, popular del Barranco, en su confluencia con la Plaza del Grano.

Al margen de opiniones encontradas –que las hay– nada, absolutamente nada que objetar. Tiene sus seguidores y hasta una cofradía laica. Ahora bien, ¿cuál es el criterio que sigue la munícipe con estas cuestiones? ¿Tiene, acaso, más méritos Genarín que Suárez Ema? Y si los tiene ¿por qué y cuáles son? En fin. Y eso que había sido cronista como ella. Lo dicho, hace lo que le sale de las meninges o del… Se lo han consentido.
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