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Agitar el árbol para que caiga la fruta

14/12/2020
 Actualizado a 14/12/2020
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Ya he leído varios artículos, algunos en este periódico, sobre la derrota final de la candidatura de León a albergar el Centro Europeo de Ciberseguridad. Son, claro, artículos que muestran o bien la decepción ante los resultados o bien una crítica explícita a la endeblez de los apoyos, aunque se verbalizaron muchos, o a su naturaleza difusa y tardía. Luego vendrá alguien a decirnos que somos muy victimistas, ese mantra que se repite una y otra vez, pero lo cierto es que, si vas de derrota en derrota, hasta la derrota final (salvo alguna cosa), parece lógico que la decepción y el desaliento se acumulen, que las críticas arrecien y que el personal se desligue o, como se dice ahora, se desconecte de casi cualquier iniciativa: total, para qué.

El escepticismo, al que somos tan dados, es muy malo, pero la verdad es que en ocasiones como esta uno tiene la sensación de que está un poco justificado. Es, creo, una forma de protegerse. El resultado de una larga experiencia en materia de frustraciones: si lo consigo, me alegraré, y, si no, pensaré que estaba cantado, que el resultado ya se veía venir. A veces, la única forma de sobrevivir es no esperar nada. A ver si suena la flauta en alguna ocasión. Lo malo es que el futuro no se construye a golpe de flauta.

Esta es pues una derrota más, otra pérdida de un tren importante (y trenes, incluso literalmente, hemos perdido unos cuantos), pero hace más daño que otras, porque la experiencia en materia de ciberseguridad viene ya de algunos años atrás, hay equipos, hay un trabajo hecho, y es seguro que ese trabajo va a seguir siendo importante a través de Instituto Nacional de Ciberseguridad de España. Es verdad que, como dijo el alcalde de la ciudad, tener el Incibe es algo ya muy bueno, un motivo para convertirnos en un polo de desarrollo en materia de tecnología, y en particular de la tecnología de la seguridad, algo por lo que esta ciudad, y esta provincia, debería porfiar. Si se quiere ganar el futuro hay que potenciar en lo posible las profesiones del futuro. Y es bueno haber puesto a León en esta carrera, por supuesto que lo es.

En efecto, hay que seguir trabajando, y hay que seguir invirtiendo en el territorio de la tecnología, ofrecer posibilidades para modernizar nuestro tejido productivo. Perder el Centro Europeo de Ciberseguridad, es cierto que ante algunas candidaturas potentes, y quizás como el resultado de los complejos equilibrios de la alta política, puede seguramente entenderse, aunque nos duela, y, sí, es obvio que el resultado debe aceptarse deportivamente, como sucede con cualquier votación. Vale, de acuerdo. Pero eso no implica que no se analice el porqué de esta nueva decepción, que no se pongan en marcha resortes para manejar mejor nuestra presencia y nuestra influencia en los foros de decisión nacionales, pero también internacionales.

Para conseguir pequeñas cosas hay que estar en la batalla por las cosas grandes. Ignoro si los planes de Europa para potenciar las regiones especialmente deprimidas van a variar en los próximos años, a la luz de lo que se ha conseguido hasta ahora. Yo estoy a favor de la Unión Europea, no tengo problemas con eso. Pero, aunque se han logrado transformaciones a través de los fondos durante décadas, lo cierto es que estamos ante un declive profundo, que, cómo no, pasa por el envejecimiento y la despoblación. Esas palabras que irritan a muchos analistas, con razón, porque se utilizan como explicación para todo, sin que, al parecer, se haga nada efectivo para solucionarlo.

Hay que superar los discursos coyunturales. Se ha extendido globalmente un lenguaje de diseño que verbaliza una y otra vez las cosas que se deberían hacer, lo que no quiere decir que se hagan. En el caso del Centro Europeo de Ciberseguridad, al que nos venimos refiriendo, se ha destacado la unidad de todos los estamentos, el consenso en la candidatura de León, el apoyo de todo el mundo… Creo que esa unidad tendría que darse por sentada, la verdad: no debería ser nada extraordinario. Pero como vivimos en el tiempo de los desacuerdos, las polarizaciones y las tensiones como una de las bellas artes, nunca se sabe. Sin embargo, creo que el problema es más profundo.

Seguramente no sirve sólo con mostrar unidad. Hay que activar más resortes, ejercer acciones locales, regionales y nacionales decididas, implicar a todas las instituciones. Y aprender de lo que se hace en el resto de Europa, algo que a veces olvidamos aquí, demasiado encerrados en lo nuestro, tantas veces creyendo que los que se equivocan siempre son los otros. No parece que sea así. Hay que observar cómo se manejan en otros lugares, qué proyectos de ciudad o de territorio tienen, qué impulsos de modernidad, innovación y vanguardia hay que dar, porque existe un futuro esplendoroso en eso: se está reconfigurando el panorama industrial, la agenda digital y la agenda verde van a cambiar la fisonomía de las ciudades (y espero que también del campo), y ese es un tren imparable que no se puede perder. Basta de lamentarse por lo perdido: hay que agitar el árbol para que caiga la fruta.

Sé que la candidatura del Centro Europeo de Ciberseguridad era una de esas marcas de innovación y vanguardia. Y es obvio que perderlo nos priva de un importante impulso de modernidad. De ser, además, reconocidos en el mapa de Europa, más allá del turismo, la gastronomía o el arte del Camino. Si no logramos coger estos trenes, la modernidad se aleja, y todo parece caer en un círculo vicioso. Si no logramos proyectos de futuro no lograremos ser suficientemente atractivos, y si no somos suficientemente atractivos no lograremos proyectos de futuro. Hay que romper con esto.

León es una hermosa ciudad de tamaño medio, bien situada y con grandísimas posibilidades. Pero de las posibilidades no se vive. También es una ciudad que puede producir grandes sinergias con su entorno rural. Como parece obvio, necesita creer en sí misma, no ahogarse en el escepticismo. Para ello hay que creer en la modernidad. Nos detenemos en exceso en nimiedades, en debates bizantinos, somos reacios muchas veces a la introducción de elementos de vanguardia, como sucede en materia de transporte o en la concepción urbanística. No hay ningún campo tan propicio para el desarrollo de esta ciudad, además del turismo, claro, como la tecnología, la investigación, la ciencia, las comunicaciones y el sector cultural. Es un buen camino. Hay que dar un salto decidido, despojarse del peso del inmovilismo: mirar mucho más hacia afuera que hacia adentro. Lamentarnos sin cesar nos hace débiles y muy poco atractivos.
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