28/06/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El otro día me encontré por la calle con Rubén, un chaval de mi pueblo. Hacía tiempo que no lo veía, porque él no va mucho por allí y aquí, en León, cada uno tiene su vida. Rubén, además, también es aficionado a esto de juntar letras y hace dos años publicó una novela apasionante y muy divertida, al menos para mí, porque en ella se recorren caminos por los que uno hubiera dado un potosí por haberlos explorado. La novela, ‘Operación fuego mágico’, trata esencialmente de un intento de atentado contra Franco en una época tan lejana como el otoño de 1939 y en León. ¡Lo que hubiera cambiado la película en España si aquello hubiese ocurrido realmente!

Después de saludarnos y de interesarnos cada uno por la vida del otro, Rubén me dijo que se iba a la República Centroafricana, en una misión del ejército. Rubén, a parte de juntar letras y de haber estudiado Historia, también es militar. Dejando a un lado que los de mi pueblo tenemos todos un toque (algunos más de un toque) de locura, una vez en casa, no pude por menos de pensar en él, en la misión y en que hay que tenerlos muy bien puestos para largarse seis meses a uno de los países, (el tercero por la cola), más pobres del mundo, y con un cristo montado casi desde su independencia, donde vivir es poco menos que un lujo medieval. Desde 1960 ha habido más de diez golpes de estado, un emperador de opereta, varias elecciones chapuceras, no menos de cinco guerras civiles (en realidad una sola alargada en el tiempo) cuatro intervenciones extranjeras con o sin el amparo de la ONU y pequeños reinos de taifas por todo el país. Todo ello acompañado de un incesante flujo de exiliados congoleños y la actuación de varias mafias que trafican con todo lo imaginable. Ahí, a ese avispero, se dirige el pobre Rubén. ¿Para qué? Pues para intentar ayudar, en la escasa medida del ejército español, a la población.

Uno nunca ha entendido lo del ejército, mayormente porque cuando me tocó hacer la mili me libré por gilipollas y, ¡claro!, no logro entrar en el subconsciente de lo militar, por más que cuando hay un desfile me encanta ver a la cabra de la Legión y a los tipos que llevan en el uniforme una capa roja de lo más vistosa. Poco más entiendo de esa gente. Sé, también, aquello de «si quieres la paz, prepárate para la guerra», pero nunca lo entendí. Si quieres la paz, prepárate para la paz. Los ejércitos, no digo que no, tenían su sentido hace cien, doscientos o más años, pero ¿ahora? Con los únicos que podemos tener problemas son con los moros (en eso estaremos todos de acuerdo) pero no les hace falta invadirnos militarmente. Lo hacen por lo civil, como Dios manda, y nunca se lo podremos agradecer lo suficiente. De no ser por ellos, por los iberoamericanos y por los rumanos, este país, dentro de cien o doscientos años, sencillamente no existiría. O esto o empezamos a follar como locos para traer gente al mundo que nos pueda pagar la pensión. Me desnorto. Estamos hablando de que no sé nada del ejército y de sus funciones, en una época en que todo se puede ir a la mierda apretando un botón. Por eso me parece que hacen bien en dedicarse a ayudar a otros pueblos, a otras personas que no han tenido la suerte de nacer en el lugar adecuado. Como me parece bien que la UME apague los fuegos o ayude en las nevadas o en las inundaciones. Ayudar es el verbo clave y Rubén, el de mi pueblo, parece que lo tiene grabado en el ADN como otros tenemos grabada una botella de cerveza en una tarde calurosa. Ayudar aunque le cueste la vida, aunque dejes aquí pareja, padres, hermanos y amigos, aunque sepas que vas a pasar un calor del carajo, que el agua la tendrás racionada y que verás cosas que a mi, por ejemplo, me pondrían los cuatro pelos que me quedan de punta: verás morir a muchos niños, 112 de cada mil, atenderás a muchos portadores del VIH, 14 de cada 100, y tendrás la certeza de que la gente no vive más allá de los 50.

¿Por qué ocurren todas estas desgracias en un país de poco más de cuatro millones de habitantes y que es bastante más grande que el nuestro? Que se lo pregunten a los franceses que dominaron el lugar más de cien años y que lo explotaron a conciencia. Ellos y los belgas en el vecino Congo (todavía recuerdo, de niño, la guerra de Biafra) implantaron una sistemática explotación de sus abundantes recursos naturales y de sus habitantes. Eso hacían los belgas y los franceses, tan educados y tan católicos. Hasta montaron zoológicos con los nativos; esos mismos que se permiten el lujo de darnos lecciones de democracia...

Suerte, amigo y, ya sabes, salud y anarquía.
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