Afinando los 107

01/12/2020
 Actualizado a 01/12/2020
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Aunque la voz se va dejando al tiempo y las cuerdas vocales se relajan cuando la piel se amodorra dentro de las arrugas, la canción sigue viva en la memoria. Ciento siete años cumple ya esa garganta de niña anciana de Felicitas y la música sigue retumbando en esa cabeza a veces desnortada. Y en la campanilla el sonido de una cuna que también se ha quedado tatuada dentro, Sejas de Sanabria, galardonado pueblo zamorano, dice la letra, del que ella salió para convertirse ahora en la abuela de San Román de Bembibre desde Barcelona. Tres casas para una vida que sembró seis y mil caricias, que ahora recibe de vuelta en otras formas. Con los deberes hechos, la «abu» sigue con su tricotar y su siesta alargada y con los mimos de su hijo Toño, siempre acompañando los coros de su canción, evitando que se le vaya el tono en el estribillo.

Otro añosintiendo desde la distancia que se hace más larga ahora. Dicen que los kilómetros suman lo mismo, pero, por primera vez, el recorrido que nos separa no se mide en longitudes. La medida es el momento y ese pone a la normalidad colgando de una videollamada bendita a la que rezar. Solo queda verte desde un teléfono pensando qué pensarás y aguantando el nudo espabilado que se posiciona severo en el temblor verbal con cada palabra.

Segunda pandemia para Feli, para la que tal vez ya no quede nada de la primera en el recuerdo. Da igual ahora, con 107 lo que cuenta es la canción entonada cada mañana, con esa pregunta rondando la cabeza de qué hacen esos con bozal. La abuela sopla velas otra vez afinando notas, vestida de canas sabias y de recuerdos descolocados que a veces tocan, como la lotería y otras… dan un rodeo. Y en él, y en el momento, y en los kilómetros, otro deseo, que te agarres fuerte ylos 108 nos dejen abrazarnos «abu».
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