27/10/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Había una vez una mujer que tenía un marido y un amante. Al final, se cansó de los dos y los dejó. Durante un año, los dos la acosaron para retomar la relación. Como no coló, el examante la secuestró, llamó al exmarido y entre los dos le dieron un palizón. Los dos tipos fueron condenados por violencia doméstica: uno, a un año de cárcel; el otro, a tres meses; y los dos debían indemnizar a la mujer.

Ahora, dos años después, un juez del Tribunal Superior de Oporto, donde ocurrieron los hechos, ha suspendido la pena de prisión a la que estaba condenado el exmarido: al parecer, para el magistrado Joaquim Neto de Moura golpear a una mujer adúltera es más que comprensible. «El adulterio de la mujer es un gravísimo atentado a la honra y dignidad del hombre», recoge la sentencia, que cita el Código Penal de 1886 y señala también que «en la Biblia podemos leer que la mujer adúltera debe ser castigada con la muerte». El país luso –con 22 mujeres asesinadas en 2016– está indignado con una sentencia que desgraciadamente no contiene las primeras páginas repugnantes de este juez que ya dictó otra casi tan vomitiva el año pasado.

En el resto del mundo –48 mujeres y 5 niños asesinados este año en España–, tampoco faltan cagasentencias cavernarios ni comentarios asquerosos sobre mujeres o sobre el adulterio (femenino). «Un hombre que engaña a una mujer es porque la ama», escribe el sociólogo Eric Anderson, «por aburrimiento, no por falta de amor».

De los adúlteros, ¿quién habla?
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