09/02/2020
 Actualizado a 09/02/2020
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En esto del ‘pin parental’ o debate en la educación extraescolar, ha hablado con rotundidad un político valiente, pues ha llamado al pan, pan, y al vino, vino. Como Dios manda. El edil de Vox en la comunidad de Madrid, Pedro Fernández, se dirigió a los componentes de la bancada izquierdista de Más Madrid para advertirles que apartasen sus sucias manos en el intento de adoctrinar a su prole: «Aparten sus marxistas deseos y apetitos sexuales de mis hijos y pierdan toda esperanza de adoctrinarles para convertirlos en enfermos como ustedes». Sí señor, así se habla, contundente, bíblico y sanitario ¡Pero qué se han creído estos tipos siniestros! ¡Hay que reaccionar con furiacontra el adoctrinamiento de la educación pública cuando está manejada por un contubernio de bermejos!

En esto de llamar ‘enfermos’ a los militantes de la cáscara amarga no es nada nuevo. Quizás el señor Fernández tenía en su mente calenturienta al mayor peleón contra tal ideología: el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera Lobón, un entusiasta de los nazis y apologista de Franco hasta la extenuación. El llamado Mengele español se aplicó con ahínco en intentar demostrar las íntimas relaciones entre el marxismo y la inferioridad mental, merced a una tara o malformación genética. Por desgracia, su obra ha quedado sumida en el olvido.

Nuestra patria está grave, ¿qué tendrá nuestra patria? Al poder han llegado toda la ralea de marxistas, leninistas, bakunistas, chavistas, maduristas, etc. Y ya el colmo que un tal Pablo, podemita encoletado y encumbrado a vicepresidente del Gobierno, se apellide Iglesias. Es una contradicción tan flagrante como que una señora que se llame Cándida sea maliciosa y más negra que los testículos de un grillo. Porque esto de la aconfesionalidad de nuestra Constitución (Art. 16,3) es una broma pesada que va contra natura y que hay que reformar, ya. España siempre ha sido católica, apostólica y romana, desde los excelsos reyes Isabel y Fernando hasta la gloriosa Cruzada del 36. Y en ello estaba contra su marido mi tía Dorotea, que en paz descanse, recriminándole: «Pero Gumersinso, cagüen Ros, como has votado ‘SÍ’ a una constitución que es atea».

En 1978, el espíritu nacional católico y del ‘movimiento’, que es lo que desde la extrema derecha se pretende reanimar, estaban vivitos y por eso costó insertar la frase «Ninguna confesión tendrá carácter estatal», lo que era como proclamar la aconfesionalidad y neutralidad del Estado en materia religiosa, acorde con los principios de libertad y pluralismo político. Lo cierto es que no se produjo la ruptura real y efectiva entre el Estado y la Iglesia por los demasiados polvos históricos acumulados, que hoy solapadamente se revuelven bajo la escusa de que son unos contravalores los que se pretenden inculcar desde el nuevo Gobierno sociocomunista.

Recordemos que en 2006, las Cortes aprobaron el Real Decreto Ley 1631 por el que se aprobaba la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’, que venía a dar cumplimiento a la Recomendación (2002) 12 del Comité de Ministros de los Estados miembros del Consejo de Europa. Es lo más cerca que hemos estado del laicismo en la educación hasta que llegó el ministro José Ignacio Wert, del tercer año ‘triunfal’ de Rajoy. Con la asignatura obligatoria de religión, ese Gobierno de derechas acometió un adoctrinamiento ideológico –con tufillo franquista– que provocó una verdadera y «seria división de la sociedad», como decía Wert que ocurría con la denostada asignatura Educación para la Ciudadanía. ¡Pues, hala, pin, pan, fuego!
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