29/04/2022
 Actualizado a 29/04/2022
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Aunque el cuerpo lo que me pide es hablar del jaleo que tiene montado el PSOE de León y el navajeo fino entre José Antonio Diez y Cendón, de momento permaneceré expectante a lo que suceda en la asamblea que elija a la nueva dirección local para hacer alguna valoración. Lo que está claro es que, si tuviese que apostar, a día de hoy, me jugaría un pincho de tortilla en el León Antiguo a que José Antonio se presentará como independiente en las elecciones de mayo de 2023. Quería una excusa y ya se la han dado.

Mientras tanto, les hablaré de un tema de mayor calado y que debería ser lo que verdaderamente nos preocupase. Me refiero a la eliminación de la clase media, auténtico motor económico y termómetro de la salud, no solo económica, sino social de un país.

Cualquiera de los llamados «milagros económicos» desde Estados Unidos, el de Alemania tras la segunda guerra mundial, el milagro español en la década de 1960 y tantos otros que ha habido a lo largo de la historia, se han basado en un aspecto fundamental: la creación, impulso y mantenimiento de una gran clase media.

Esta clase media trabajadora, con su estabilidad económica, su capacidad de gasto y de ahorro y su esfuerzo por progresar, fomenta que los índices de natalidad aumenten, se active el consumo, la gente pueda disfrutar de tiempo de ocio y esté mejor formada e informada, lo que redunda en una salud más democrática y un control natural de los poderes del Estado.

Sin embargo, las distintas políticas colectivistas que se están extendiendo por el mundo, en la búsqueda de supuestamente el bien común y la igualdad, está provocando que paradójicamente se esté consiguiendo el efecto contrario, cada vez más desigualdad y destrucción acelerada de la clase media, en lo que puede ser una deriva dramática hacia la polarización y el enfrentamiento social, como de hecho, algunos políticos quieren.

Dice un buen amigo mío, que si preguntas en Estados Unidos a un ciudadano qué quiere, te dirá que tener un mejor coche, una mejor casa y una mejor vida. Sin embargo, si vas a Cuba o a Venezuela y haces la misma pregunta, no poca gente te dirá que lo que quiere es que al americano le vaya peor que a ellos. Esa es la igualdad que se quiere con las políticas sociocomunistas, procurar que al que le va bien le vaya peor, porque es más sencillo procurar que al que le va mal, le vaya mejor.

Al final la economía es como una pizza. Hay gente que quiere una pizza grande, aunque algunos trozos sean más grandes que otros; mientras que otros prefieren una pizza pequeña con todos los trozos iguales, aunque los trozos sean más pequeños que los trozos pequeños de la pizza grande. Creo que me he explicado.

Mientras tanto, esa destrucción de la clase media y el ‘encabronamiento’ generalizado, hace que las personas que agitan el árbol y diseñan cómo debemos ser y si hasta podemos beber vino y cerveza con el menú del día, vivan cada vez mejor a nuestra costa.
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