Adiós a Caballero Bonald

Carmen Busmayor recuerda al poeta y Premio Cervantes fallecido recientemente

Carmen Busmayor
14/05/2021
 Actualizado a 14/05/2021
Carmen Busmayor y José Manuel Caballero Bonald en la entrega del Premio Cervantes en abril de 2013.
Carmen Busmayor y José Manuel Caballero Bonald en la entrega del Premio Cervantes en abril de 2013.
Atrás queda la tarde. Tendida en el cansancio. El tiempo y sus sucedidos,  en ocasiones,  viran sin remedio para siempre. El tiempo y sus sucedidos, sí. Entonces los ojos ajenos padecen llanto irrefrenable y cuando tal escribo pienso en el poeta y brillante narrador nacido en Jerez de la Frontera si bien Cuba marcaba su ascendencia, muy destacado en la conocida Generación del 50. Pienso, evoco la geografía movible de sus labios a diario cantando, contando, hablando con armonía a veces con disarmonía otras. Las páginas de este periódico lo testimonian sin problema alguno. No hay más que retrotraerse  al cierre próximo de abril a lomos de 2013. Es decir, a la entrega del Premio Cervantes 2012, el más prestigioso en Lengua Española aunque no el mejor dotado.

En este instante llueve, llueve con lluvia parisina de César Vallejo, pero entonces no, entonces hacía sol y las tijeras de la primavera despedían la poda y el martín pescador y los ciervos y el lince ibérico protagonizaban una belleza delicada o fiera. Eso era, insisto, cuando el poeta que amaba las palabras elaboradas sin abandonar las desatendidas nos enseñaba que «La poesía es un buen antídoto contra el miedo». Un antídoto muy útil en esta hora pandémica que asola el mundo (en todos los países se apilan los muertos, pero en La India, La India…). Eso era cuando el poeta pronunció el discurso correspondiente a la recepción del Premio Cervantes, remarco, un  23 de abril enganchado a 2013. En Alcalá de Henares alumbraba un sol complaciente. Allí llegaron (los últimos siempre frente a los demás asistentes que deben aguardar media hora antes) los Príncipes de Asturias por delegación paternal dada la salud precaria del Rey; también el Presidente del Gobierno, señor Rajoy, el Ministro de Cultura, señor Wert y otros Cervantes, a quienes les unía el afecto y la admiración, conforme el galardonado, «conmovido y abrumado» nos anunció, comenzando por nuestro Antonio Gamoneda, seguido por Ana María Matute en su silla de ruedas, una de las escasas mujeres premiadas con renombrado galardón y académica, la madre sacrificada, la mujer valiente, la adelantada a su época, Juan Marsé, José Emilio Pacheco,  y Mario Vargas Llosa, seguidores, además, del galardonado  allí se hallaban Alfonso Guerra, dicharachero como es habitual en él, Miguel Ríos, Joaquín Sabina y el inolvidable cantautor filipino Luis Eduardo Aute a quien, al parecer, este odioso Covid-19 despiadado al máximo nos ha arrancado de nuestro lado (sigue resonando en mis oídos «Quiero  que no me abandones / Amor mío al alba, al alba /Al alba, al alba / Al alba, al alba» –la imagen envuelta en lágrimas de Paz Padilla en el programa televisivo ‘Got Talent España’, me alcanza, me contagia–). También se encontraban en el lugar Javier Lostalé con quien tomé un café e Hilario Tundidor algo o bastante enfurruñado porque cuando le concedieron a él el Premio Castilla León de las Letras precisamente ese año lo habían despojado de la dotación económica.  

Debo traer a las presentes líneas cómo el galardonado tras nombrar en su discurso a los antecitados premiados cervantinos unidos a él por la amistad y la admiración, tuvo similares palabras elogiosas para aquellos otros que no han alcanzado el Premio  porque , a su parecer, la muerte los arrebató antes. Así trajo a colación a Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Ángel González y José Ángel Valente.

Está claro, me apena la muerte de tan brillante, comprometido poeta de la Generación del 50, que a sus 94 años nos dijo adiós, autor, entre otros libros de ‘Ágata ojo de gato’, ‘Manual de infractores’, ‘Campo de Agramante’, ‘El tiempo que nos queda’, ‘Diario de Argónida’ o ‘Desaprendizajes’. Tampoco hemos de olvidar que Caballero Bonaldha sido un destacado flamencólogo como el también tristemente fenecido poeta Félix Grande. Ambos nos  han enseñado mucho y seguirán haciéndolo a través de su obra inmarcesible.

Como nota curiosa contaré que Caballero Bonald cuando recibió el Cervantes en el jardín donde se toma el copetín entre todos los asistentes, incluidos los propios Reyes, una osada paloma vino y depositó en su muy elegante atuendo sus excrementos. Pues bien, lejos de enfadarse se rio  y dijo que eso traía suerte.

Que tus cenizas,  José Manuel Caballero Bonald, nos amparen. Sea. Porque como tú «Ceniza son mis labios».
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