04/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Nada, que por más que lo intento no soy capaz de entender lo de Ad Legionem… Mira que, a lo largo de la historia, se han hecho en este León nuestro auténticas barbaridades con el patrimonio pero, visto lo visto, camino vamos de superarnos. No sé con qué se encontrarán nuestros nietos…

Allá por el primer siglo de nuestra era, nacía en el hoy barrio leonés de Puente Castro el vicus –llamémoslo ciudad, para entendernos– de Ad Legionem. Se encontraba a unos dos kilómetros y medio del campamento legionario, con el que estaba relacionado como ‘cannaba’, donde se encontraba la población civil que de alguna forma estaba ligada al recinto militar (soldados retirados y sus familias, comerciantes, artesanos, prostitutas, …).

Se cree que en su máximo esplendor, a mediados del siglo III, pudo llegar a albergar nada menos que cinco mil personas –que se dice pronto– en sus veinte hectáreas –¡veinte hectáreas!– de extensión. Casi nada…

Ya se habla de Ad Legionem en la Antigüedad. Aparece, por ejemplo, en el Itinerario de Antonino, que recopila diferentes rutas del Imperio romano; e incluso se documenta una primitiva comunidad cristiana gracias a una carta que, en el año 254, escribe San Cipriano de Cartago a propósito de un conflicto entre obispos.

Sin embargo –cosas de la historia–, a la ‘cannaba’ se le perdió la pista y llegó a nuestros días sin conocerse exactamente su ubicación. Pero, en el año 2000, la construcción de una infraestructura viaria dio con él y, diez años más tarde, la excavación realizada con motivo de la construcción de otro vial, identificó el vicus y sacó a la luz importantes restos materiales.

¿Qué hacer con el hallazgo? ¿Cómo poner en valor el yacimiento? ¿Conservarlo y musealizarlo? Pues no… Enterrarlo. Condenarlo premeditadamente al olvido. Renunciar una vez más –¿cuántas van ya?– a una parte de nuestro pasado.

Hace unos días, esta vez por obras en la red de colectores, Ad Legionem ha vuelto a salir a la luz. Y, ahora, ¿qué? Adivina…
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