17/06/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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El viandante o el conductor que transitando por nuestras calles alcance la glorieta de Carlos Pinilla, se sorprenderá ante la visión de una espantoso acopio de losas de hormigón de gran tamaño que se eleva amenazador en el centro de la plaza. Se trata, pásmense, de una fuente ornamental, y compite con las esculturas de la plaza Puerta Castillo por el primer puesto en la lista de horrores urbanos de nuestra ciudad.

Pues bien, el autor de la citada fuente es el mismo que firma el proyecto de la remodelación de Ordoño II, lo que no deja de provocar cierto pánico en la ciudadanía, que se pregunta con recelo qué pasará el día que desaparezcan las vallas de obra que desde enero seccionan la calle, y emerja la remodelación en todo su esplendor. Se ha publicado que la actuación –actuación es como llama la concejala del ramo a las obras de toda la vida– no consiste más que en quitar el adoquín y asfaltar, pero si finalmente es así alguien tendrá que explicar cómo es posible que para eso haga falta gastar 600.000 euros y cortar la vía principal de la ciudad durante más de medio año.

Sobre los carriles que incorporará y sobre el uso que tendrán hay diversas versiones. Parece que finalmente habrá carril bici, inicialmente olvidado en el proyecto original, pero no sabemos si será de ida y vuelta o de un solo sentido, como el de la calle Astorga. En la reciente remodelación de esta última, alguien decidió ensanchar exageradamente una acera sin apenas actividad comercial ni viviendas, de modo que no quedase espacio para un carril bici en el que al menos pudieran cruzarse dos bicicletas. El carril bici de un solo sentido, en una calle en la que la anchura no es problema alguno, es uno de esos fenómenos urbanísticos que sólo se ven León.

Nada de ello ha generado de momento críticas ni protestas, seguramente porque los agitadores habituales se han encerrado en casa a lamerse las heridas por el inmenso ridículo que han hecho a cuento de la plaza del Grano. He ahí un ejemplo incuestionable de remodelación acertada e impecable por el que hay que felicitar a Belén Martín-Granizo y a Emilio Gutiérrez, la concejala y el alcalde que lo promovieron, y desde luego a Ramón Cañas, el arquitecto que por encargo de aquellos lo diseñó. Hoy mismo se inaugura la obra con pendones, gigantes y cabezudos y un interesantísimo pregón de Máximo Cayón. Como broche final de los festejos se espera que aparezca Teresa y se tire al suelo, es sí que es una actuación que no me perdería.
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