11/09/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Entre las noticias que hacen a uno sentir vergüenza ajena y que provocan indignación está la de los abusos sexuales a menores, y muy especialmente si son hechos por sacerdotes o religiosos. Es muchísimo el daño que se hace, en primer lugar a las víctimas, pero también a toda la Iglesia. Aquí sí que se debe tener muy claro eso de tolerancia cero. Ya el propio Jesucristo lo advirtió: «A aquel que escandalice a uno de estos pequeños es mejor que le aten una rueda de molino al cuello y que lo arrojen al fondo del mar».

Dicho esto conviene hacer algunas precisiones. Así no es de recibo que paguen justos por pecadores. El hecho de que determinados individuos tengan un comportamiento corrupto e indecente no es razón para condenar a todo un colectivo. Si un policía, un guardia civil, un médico, un maestro, o unos cuantos, tienen una conducta inapropiada, no por ello se debe generalizar y culpar a todos. Sin embargo en el caso de la Iglesia se tiende a culpabilizar a todos. Y eso no es justo.

También hay que tener mucho cuidado con no respetar la presunción de inocencia. Hace algún tiempo un joven malagueño escribió una carta al Papa, acusando a varios sacerdotes de abusos con él. La carta se hizo pública y surgió todo un escándalo. Pero finalmente hubieron de ser reincorporados al ministerio sacerdotal porque la justicia comprobó que se trataba de acusaciones falsas. Ya no se dio tanto bombo a la noticia.

Sin negar la existencia de verdaderos abusos y encubrimientos, ni tratar de ninguna manera de disculparlos, todos sabemos que hay determinados movimientos que lo están aprovechando muy bien para descalificar y desprestigiar a toda la Iglesia, incluido el Papa. Que parece que se alegran de tener un pretexto para descalificarla.

Es totalmente indecente, por ejemplo, que a un obispo recién llegado a la diócesis se le quiera hacer responsable de casos ocurridos hace más de treinta años, que se le trate de culpable o encubridor, cuando lo que ha hecho es, al encontrarse con este marrón, seguir escrupulosamente el protocolo que hay que seguir en estos casos, de acuerdo con las leyes civiles y canónicas. Tampoco es ético que se le chantajee, queriendo venderle el silencio a cambio de sustanciosas cantidades de dinero. Lo cual sería realmente más grave aún. Y estamos pensando en hechos concretos. Por si alguien lo duda reiteramos la condena de todos los abusos como auténticos crímenes que son, pero condenamos también la utilización torticera de estas reprobables conductas.
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