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Abuelitos, solución a la crisis

26/06/2018
 Actualizado a 11/09/2019
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Si los politicastros que padecemos tuvieran un momento de reflexión y examen de sus conciencias,dejarían de emitir esas soflamas sobre el estado del bienestar del que tanto se ufanan de conseguir.

Las diferentes tendencias políticas, unas más que otras, han llevado a sus programas la consecución del bienestar de los ciudadanos, extremo plausible si no se olvidara con demasiada frecuencia la justicia social y la dimensión del ser humano y la manipulación.

Nadie se ha parado a pensar que en estas sociedades modernas los gobiernos han mirado de soslayo los problemas estructurales que deberían haber sido resueltos hace muchos decenios y se han puesto de perfil porque otros actores de la dinámica social han solucionado muchas de las necesidades básicas que de otra forma hubieran sido el detonante del estallido social.

Que conste que no nos hubiera parecido mal si los protagonistas de este tipo de acciones tuvieran un reconocimiento justo por parte de todos los que reciben el beneficio de su acción.

Nos referimos a la acción y ejercicio de ayuda, protección y sostén que ese numeroso grupo de abuelos efectúan con sus nietos de forma generosa, callada, abnegada y, a veces, sin recibir el agradecimiento de los implicados en esta operación y, por supuesto, sin que se resuelva el caso de las ayudas que oficialmente deberían emanar de los entes públicos.

Por un lado observamos cómo los jóvenes sólo basan sus apetencias de futuro en las ayudas que puedan recibir de sus progenitores sin exigir a las instituciones aquello al cual un ser humano tiene derecho, no sólo constitucional, si no natural, de trabajar, constituir una familia y recibir las ayudas para constituir una familia.

Los abuelos son el sustitutivo y reconstituyente de esa ausencia de sensibilidad de las administraciones para considerar la ayuda necesaria de la conciliación coordinando el trabajo con los deberes familiares que debería plasmarse en suficientes centros de atención a los hijos y unos horarios racionales que estimularan a los futuros padres para que contribuyeran al aumento de una demografía en retroceso alarmante y a unas relaciones familiares alteradas y erosionadas por las preocupaciones sin cuento que tienen los jóvenes.

Muchos de estos hijos reconocen la tarea de los abuelos, indudablemente, pero hay otros que plasman su egoísmo en el abuso y dejación de sus funciones de padres.

Por supuesto la administración no tiene ningún ánimo de resolver este vacío en la organización de la vida familiar.

La reforma del horario en general en todas sus dimensiones es una aspiración que siempre aparece en los medios de comunicación pero que unos y otros con apatía y desconsideración ni siquiera tratan de resolver.

Esos abuelos se merecen el homenaje nacional que nadie hace y, por supuesto, la consideración para su futuro y atención, porque ese es otro de los grandes problemas pendientes para esos gobiernos que se obsesionan con los temas económicos porque dan brillo y relumbrón y se olvidan de que la dimensión humana y la relación y asistencia ciudadana deben primar por encima de los beneficios.

¿Alguien se ha detenido a pensar en la fuerza social que tienen los abuelos, sus hijos y nietos si verdaderamente reivindicaran la asistencia adecuada para sus necesidades vitales y razonables?

Hay materia para un buen programa políticoque contribuya al bienestar real y el progreso de los pueblos.
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