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A vueltas con las setas

04/05/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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A finales de octubre del pasado año escribía en esta misma página sobre la malísima temporada de setas, consecuencia de la sequía enorme que padecíamos.

No sabía, y supongo que muchos de los que toda su vida han estado rebuscando setas por la provincia, y que son miles, tampoco sabían que se había publicado, sólo diez días antes, un decreto, promovido por nuestros mentores de la Junta, y que tanto se preocupan por nosotros, regulándolo todo, incluso lo que en este mundillo setero se cuece.

Estábamos tan tranquilos, preocupados porque no llovía, porque no salía una seta que llevarse a la cesta, y no sabíamos que pronto, llueva o no, lo vamos a tener color hormiga.

Cierto es que allá por las Europas centrales eso de regular la recogida ya se estilaba de antaño, aunque no conozco mucho el tema. Sí que tengo un amigo suizo, setero él, que ya hace bastantes años, quince aproximadamente, me contaba que, en Suiza, se daba un carnet de cualificación encaminado a la seguridad que no a la limitación, si bien habían tenido que dar normas con prohibiciones concretas para defenderse de las ordas de italianos, sobre todo, que aparecían en autobuses y, cual atilas redivivos, dejaban los bosque temblando.

Claro que aquí no tenemos esas ordas, que yo sepa, además de que Suiza tiene una superficie de 41.000 kilómetros cuadrados, que deducidas las montañas, que son muchas, termina teniendo una superficie útil similar a la de León…. Pero con casi 8 millones de habitantes.

En fin, que no parece comparable. Bueno sí. Sirve para comparar y llegar a una conclusión: ¿No estaremos matando pulgas a cañonazos?

Supongo que se hace con la mejor de las intenciones, pero uno, o sea yo, se hace una pregunta: ¿No será ésta otra de las consecuencias de esa especie de enfermedad infecciosa, que invade a todos nuestros políticos, de regular y fiscalizar todo por tierra, mar y aire?

Me he leído la exposición de motivos y el propio decreto, y pienso, para empezar, en todos aquellos que, como yo, van por ahí, y no lo puedo definir de mejor manera, a la buena de Dios, buscando setas por gusto, de vez en cuando, sin mayores intenciones que entretenerse, alegrarse de encontrar ‘algo’, años y años de paseos, al principio siempre tutelados, y luego al albur del clima y de los ratos que puedes, digo o escribo, que no lo tenemos nada claro.

No necesito ponerme en la piel de nadie. Me basta ponerme en la mía, y me da un tanto de perplejidad y desasosiego.

Se comprende que en este asunto hay muchos actores: los buscadores por gusto, los buscadores por negocio, los depredadores, las empresas que comercializan, los restaurantes, las sociedades micológicas, los espacios protegidos, los espacios públicos de ayuntamientos y juntas vecinales, y los terrenos privados, para empezar.

Así que, a primera vista, tenemos un decreto siempre en el lenguaje de los decretos, siempre técnico y administrativo, que entienden los que lo entienden, me imagino a Antonio, Manuela, Pepe… y tantos otros que, como en la canción de Manolo Escobar que «no entendía ni sabía de leyes», ni saben que este decreto existe, y si lo supieran sería igual.

Que hay que proteger las setas y que hay muchos insensatos, es cierto; hace no muchos años tenían a la venta un cesto de bonitas Amanita Muscaria, la seta de los enanitos, en el mercado de la Plaza Mayor. De eso doy fe, que lo vieron estos ojos que se han de comer la tierra.

Que hay zonas y gentes que viven en buena parte de las setas que recogen, también es cierto.

Pero no menos cierto es que siempre ha habido una tradición de «ir a setas» sin mayores historias, para llevarse la alegría de encontrar algo, a la sombra de los que ya llevaban tiempo en ello, mendigando la información de donde había boletus, senderuelas, o cualquier otra. Y lo de mendigar es cierto, porque el que sabe de un sitio, no lo suelta información si no es «in artículo mortis».

Y es que en la exposición de motivos, que ocupa seis páginas, seis, hay un párrafo revelador que dice que la principal medida en este ámbito es aprobar una norma que regule el manejo, recolección, transformación y comercialización de las setas… para, más adelante, concluir que se aprueba para preservar las setas, valorizar las rentas y derechos de los propietarios, y etc, etc.

O sea, que, para empezar, los propietarios de los suelos, la mayoría de ellos pertenecientes a las administraciones públicas, saquen dinerito que falta nos hace.

Incluso, probablemente, hasta se pretenda fijar población sobre la base de que las setas den el sustento suficiente, cosa un tanto aleatoria, porque las setas salen cuando salen y en la cantidad que proceda, sin reglas, salvo que llueva y haga calor, así que me gustaría saber qué va a pasar cuando se presenten una sequía tras de otra.

Y los restaurantes que se anden con ojo, que les puede caer la del pulpo.

Luego, como anécdota, en las disposiciones transitorias, se entra en definir específicamente las dimensiones mínimas de algunas setas. Eso está bien, pero, por ejemplo, el que aquí suscribe, va a tener que dejar e coger senderuelas, porque, además de que están muy bajitas, allá lejos, casi en el suelo, y uno ya no está para trotes, solamente se pueden coger las que tienen de sombrero más de 2 cms. Si se tiene en cuenta como aparecen, en corrillos y a montón, va a ser una auténtica labor de microcirugía.

Y para culminar: querido amigo, entérate de por dónde vas a pisar, busca el municipio a dónde te diriges, pregunta si tiene o no zonas acotadas, entérate bien, y si es que sí, prepara el bolsillo. Y no te extrañes, cuando les preguntes, que no sepan de qué les estás hablando, pues en aquí y ahora, muchos de ellos no saben, no contestan.

Por cierto querido amigo que vas por el mundo a la caza y captura de una seta, sábete que además de estar todo esto en vigor, y a pesar de que bastante cosas no están claras, como el saber por dónde te andas y si estás, sin saberlo, pisando raya, es decir, recogiendo donde no puedes, las que sí que está en
vigor, y desde el 1 de enero de este año, son las sanciones pertinentes. Cómo no.
En fin, que otros más entendidos y dedicados podrán decir, seguro, mucho más. Lo mío es, casi, casi, el lamento del cornudo.
PD: Dedicado a los seteros libres e independientes y que siempre se han preocupado por la sostenibilidad y buen proceder.
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