09/05/2021
 Actualizado a 09/05/2021
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La incontestable victoria de Isabel Díaz Ayuso, en Madrid, va muchísimo más allá de la euforia colectivizada en el propio Partido Popular. Hay otra lectura de carácter interno –y no a pie de página– que debería poner a cavilar a aquellos que solo conocen la palabra ‘continuidad’. Y pongamos que se habla de León. El arrastre personal, el tirón de la reelegida presidenta, ha puesto de manifiesto algo que muchos intuían y pocos alumbraban: los forzosos nuevos aires para una organización, que lleva –o llevaba– demasiado tiempo anclada –y acaso hundida– junto a sus persistentes y dañosos errores. Por eso, Ayuso representa, hoy, la nueva forma de hacer política por parte de la derecha española, y el ejemplo a seguir por los jóvenes emergentes del partido para sortear los hoyos que ha venido excavando la desgastada y galoneada ‘guardia’.

Díaz Ayuso ha demostrado, que el PP puede ser un partido con un futuro redondo si se empieza a dejar en el cajón de los olvidos antiguas mañas y personalismos huecos. Porque, aunque ahora no quiera recordarse dado el reciente resultado de las urnas, llegó a la presidencia de la Asamblea madrileña, en 2019, de purita carambola. Cuando Casado le puso al frente de la candidatura, hubo quienes patalearon y hasta se rompieron la camisa. La decisión había aplastado más de un callo. Y era por lo de siempre: la pérdida del derecho de pernada de los que se creían con pedigrí heredado. Pasado el tiempo y una vez Ayuso al frente de la Comunidad, incluso el mismo Casado tuvo con ella sus más y sus menos, por cuestiones a que le arrastraban los ‘accionistas’ de Génova 13. Así fue.

Salvando las distancias al caso, en el PP de León también se debe tomar nota –con tintura indeleble– de lo sucedido en la capital de la nación. Y hacerlo como fuerza política y no como corralito o finquita particular. En menos que canta un gallo tocará renovar el partido en la provincia leonesa. O tocaría. En condicional. Por lo tanto, es algo obligado si se quiere encarar el futuro más cercano –las venideras municipales y autonómicas– con las máximas garantías. En términos generales y para entenderlo, la gente está cansada de tanto rostro pálido y de tanto inmovilismo, personalizado y repetitivo.

Y aplíquese –matizada– aquella reflexión de un conocido cura de la capital leonesa, ya fallecido, don Enrique, a quien el gobierno municipal del socialista Paco Fernández echó una mano para restaurar las pinturas abovedadas de la sacristía del templo parroquial del Mercado. Cuando le preguntaron que cómo lo había conseguido siendo, como era, tan de derechas, respondió con una de sus lacónicas sentencias: «Sí, muy de derechas, pero no tonto». Textual. Ite, missa est.
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