A tapar la calle

02/02/2021
 Actualizado a 02/02/2021
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«Hay pueblos que beben el agua y donde las mujeres hablan hasta con los maridos; los curas no van a misa y los mineros dicen recorcholis cuando el hacho les lleva un dedo»; decía el singular Laureano para mostrar su cansancio con los tópicos y repeticiones de las mismas costumbres año tras año, que centraba sobre todo en el hecho de que al acercarse la Semana Santa se tapaban todas las imágenes de la Iglesia, «como si no supieran que el domingo resucita», se quejaba.

Tal vez por ello le gustaba tanto, y la ponía una y otra vez en el radiocasete, una histórica canción del extremeño Pablo Guerrero, no la que pedía que tiene que llover a cántaros sino aquella otra que se basaba en el viejo juego de ‘a tapar la calle’ y repetía las estrofas enfrentadas en las que cantaba: «A tapar la calle / que no pase nadie / que vista de negro / que lleve pistola / que hable de la guerra / y beba Coca-Cola. // A tapar la calle» frente a la de «A abrir la calle / que pase la gente / que nunca ha pasado / y los mal peinados / y el Señor Obispo / con su novia de triciclo. // A abrir la calle».

De la misma pata cojea la llegada de la nieve, parece la Semana Santa y se repiten los actos como si no supieran ese dicho tan repetido a los que se afanan en espalar: «Déjala, que en agosto no queda nada». Pero no es eso lo malo, lo preocupante es que nada más que cae la nevada los de los todoterreno invaden el mundo blanco, los que van a la nieve a disfrutar siempre se les ocurre el mismo muñeco, siempre lleva la misma nariz de zanahoria, siempre queda el muñeco tuerto y los primeros soles tumban al paisano sin remisión.

¿No habrá posibilidad de buscar algo parecido a un señor obispo que lleve a su novia en triciclo?
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