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A sueldo del enemigo

11/12/2022
 Actualizado a 18/12/2022
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Si yo mandara algo en un organismo cuya aportación más reconocida es una ley que saca de la cárcel antes de tiempo a violadores y pederastas, me metería debajo de una mesa. Y no me movería de allí hasta que me tocase llevarme a casa las cosas del escritorio en una caja de cartón. Me tendrían que sacar los geos para obligarme a redactar una carta a una bodega del Bierzo pidiéndole que retire la publicidad de uno de sus vinos (un cuadro de la espalda de una mujer en bikini de corazones) por ‘cosificar’ y presentar a la mujer «como un objeto sexual». Y ya me tendrían que arrastrar de los pelos para sentarme de nuevo y escribir otra carta, retirando la petición anterior, ante el revuelo montado.

Extraños signos se suceden en estos tiempos. Por ejemplo, que mucha gente parece estar a sueldo del enemigo. Sólo así se explican posturas que no aportan ningún beneficio, ni a quienes las promulgan ni a quienes supuestamente defienden. Los únicos favorecidos son los que tienen en frente, que miran para atrás, señalan con el dedo al otro lado y dicen: «¿Veis? ¿Qué os decía?».

Es algo transversal y no se limita sólo a encastillarse en posiciones absurdas. También consiste en comprar el marco mental de quienes te quieren destruir, introducirte en el relato que han creado y contribuir a engordarlo sin cuestionar nada. Romper la baraja cuando algo no sale bien y enchufar el ventilador de los insultos sin discriminación, en lugar de reflexionar por los errores cometidos.

Las causas de este quilombo se podrían buscar en la mezcla de incompetencia e inmediatez que estrangulan casi todas las manifestaciones de la vida pública. Hay un frenesí por posicionarse, por no quedarse fuera de nada, que va parejo con la ausencia del más mínimo manejo de las herramientas racionales y sociales. Oye, que puede que sí, que todo sea una conchabanza oscura y que los que mandan algo nos tienen bailando con pamplinas mientras ellos se reparten el chiringuito a ver si les dura un poco más.

O que una bodega de Molinaseca ha pedido, «por favor, por favor», a un ministerio que les envíe una misiva amenazante que se traduzca en publicidad gratuita y un repunte de las ventas de sus vinos (que es lo que, efectivamente, ha sucedido).

Pero es todo tan cutre, tan inapropiado y tan fanfarrón que apenas quedan más opciones que dar la razón a quienes repiten que hemos iniciado la curva descendente en la evolución de la inteligencia humana.
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