dario-prieto.jpg

A sueldo de Vox

19/06/2022
 Actualizado a 19/06/2022
Guardar
Se me había ocurrido una idea para la columna: decir que peña como Irene Montero y Mónica Oltra están en realidad a sueldo de Vox por llamar, la primera, «madre protectora» a una que secuestró a su hijo y lo tuvo encerrado dos años en una casa con versos de la Biblia pintarrajeados en las paredes, y por asegurar, la segunda, que no va a dimitir tras ser imputada por –presuntamente– encubrir un delito de abusos sexuales de su ahora ex marido a una menor tutelada y utilizar su cargo para que funcionarios ocultasen el asunto. Tampoco es que lo hubiese pensado justo ahora, sino que es la típica historia que he estado comentando estos días en el bar con colegas: comportamientos políticos que parecen diseñados por el enemigo, con los que no se gana nada y se pierde muchísimo. O, al menos, se ofrece en bandeja al citado enemigo una jugosa batería de armas arrojadizas, si es que éste es capaz de aprovecharlas.

En realidad, muchas veces sólo tenemos eso: un argumento en una frase, una idea que se va estirando o a la que se van ‘colgando’ o pegando otras cosas hasta que, ‘voila’, tenemos la columna. Como esa escena de ‘El juego de Hollywood’, de Robert Altman, en la que el productor del estudio cinematográfico va haciendo desfilar a los guionistas por su despacho y les pide que resuman la película que han escrito en una línea. Si le convence, ‘pa’lante’. Si no, ‘pa’ casa. Después, todo lo demás (dinero, logística, promoción, etcétera) es secundario con respecto a esa idea. A ese gancho o, como se dice últimamente, ‘cebo’.

Luego, todo es cuestión de confiar en que, a medida que avanza la redacción (a lo tonto, llevamos un 60%), se nos ocurra algún giro ingenioso que retenga como sea al lector o nos venga a la memoria una cita que apoye lo que intentamos decir con un criterio de autoridad.

Otra cosa es que el punto de partida esté completamente errado, que sea una parida o una broma privada que sólo haga gracia a quien firma el texto. Que avancemos con denuedo en una dirección en la que sólo nos vamos a encontrar zarzas y charcos y agujeros y barrancos. Que seamos incapaces de ver que sobre esa idea de partida hemos construido un edificio de metáforas y palabras idiotas con las que nadie es capaz de conectar, ni siquiera los más sectarios a los que intentamos apelar. Que nuestro ego, que es el que nos hace salir de la cama y tener la desfachatez de compartir con el mundo lo que nos pasa por la cabeza, nos ciegue mientras hacemos el ridículo.
Lo más leído