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A reinventarse tocan

25/10/2021
 Actualizado a 25/10/2021
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Un nuevo palabro está haciendo fortuna: reinventarse. Varias veces al día escuchamos cómo la dueña de un restaurante, o de una tienda de modas, nos cuenta que ha tenido que reinventarse y darle una vuelta de tuerca a su negocio.

Ya Carmen Romero, la ex de Felipe González, hubo de reinventarse como poeta. La ministra Celaá, no habiendo cuajado como ‘portavoza’ del gobierno, ha tenido que reinventarse como acosadora del idioma. Y nuestra primera Dama de la Moncloa, doña Begoña, como directora de enseñanzas universitarias madrileñas. Nuestra Marta del Riego, compañera de columna, en su magnífica novela ‘Pájaro del noroeste’ relata los avatares de una chica del Bierzo que se trata de reinventar como viticultora.

Muchos son, pues, los reinventados en esta hora. Pero, pongámonos en su pellejo. No juzguemos a nadie. Tal vez les venga a la memoria aquel precioso poema de Cernuda titulado: Los fantasmas del deseo, que dice: «esta melancólica burbuja que yo soy» y se paran a reflexionar y a preguntarse: ¿Por qué debo yo seguir siendo un fracaso? ¿Por qué continuar por este camino si ya sé que no tiene salida? Y es entonces cuando les ataca la necesidad de reinventarse, de sacar las alas que llevaban escondidas y volar en busca de otros horizontes.

Así pues, a reinventarse tocan. Hasta al lenguaje hay que darle la vuelta como a un calcetín. Como si el que hemos estado utilizando durante siglos de pronto se hubiera hecho tan zafio y anticuado que necesitara un contexto nuevo y cuando se habla de los seres humanos hubiera que añadir también a las ‘seras’ humanas para demostrar que a partir de ahora no se va a pasar ni una a los hombres, esos estúpidos machos que siempre se equivocan cuando se insinúan. Como le pasa a aquel amigo del cronista, Marinín, que decía que siempre se equivocaba al insinuarse al hombre que no era y que le contestaba con una bofetada rotunda. Reinventar el lenguaje, reinventar el amor, reinventar la culpa, reinventar el silencio y el dolor, la honestidad y la virtud, el dolor y la gloria. Reinventarnos como leoneses es lo que nos toca ahora. Como aquel reino que fuimos. Como gente que sabía que los ríos iban hacia la mar, que es el morir, una mar bellísima y conquistadora.

«Debía trasplantarme y crecer en otro sitio, debía huir lo antes posible, no podía quedarme a contemplar cómo se hundía mi mundo en el silencio» escribe Marta del Riego. Así nosotros, leoneses de ahora, luchando contra nosotros mismos, contra nuestra propia cazurrería y nuestra nostalgia». A mí quienes me están destruyendo» son los míos, decía Agustín Delgado.
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