10/11/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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"España sabe odiar bien". Lo dicen el cineasta Agustín Díaz Yanes y el escritor Arturo Pérez-Reverte en una entrevista en El Mundo en la que promocionan la película ‘Oro’ pero se les pregunta un poco de todo y, cómo no, sobre la cosa catalana.

Y al final, lo que va uno aprendiendo con los últimos acontecimientos de la política española, y con la vida en general, es que el odio es un lastre y que la vida es demasiado corta para estar siempre quejándose, siempre cabreados con el mundo y con todo lo que no es como no tenemos ni idea que quisiéramos que fuera.

Piénsenlo: odiar, para qué. A unos les da por hacer boicot a los productos catalanes, a otros por criticar la capitalidad gastronómica de León y a otros por oponerse absolutamente a todo, aunque no tengan ni puta idea de qué les parece mal exactamente. Es agotador tanto odio.

Y luego están los odios personales, esas ganas incontrolables de joderle la vida a otro porque no nos gusta, porque en realidad nos gusta o porque es todo lo que tú hubieras soñado con ser. Esas obsesiones destructivas que acaban demoliendo al que odia, porque el odio pudre, y no veo nada más triste que vivir amargado por las alegrías o éxitos ajenos. Ya saben, esa gente carcomida porque otros sí saben disfrutar de la vida, aunque tampoco la suya sea un camino de rosas (¿alguna lo es?).

Piénsenlo: El odio es un sentimiento demasiado importante como para sentirlo por cualquiera, lo decía María Antonia Iglesias. Algunos no se merecen ni eso.
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