07/11/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuantos más cumplo, más veo el reflejo claro de los refranes en una sociedad sin imprevistos de reacción, aunque no lo sepa y se vea tan libre, moderna y segura de sí misma. Sin quererlo me sale lo de «a perro flaco todo son pulgas». Pongamos que hablo de una familia vecina con un agujero negro en la cartera que le obliga a parar los pagos de la hipoteca de su única vivienda. Digamos que busca una reestructuración de crédito con otro crédito y lo de «desnudar un santo para vestir a otro» deja sin atuendo propio a ambos. Entonces la cartera rompe aguas sin llevar niño con hogaza debajo del brazo dentro. Y en medio del dilatado escape,llega una misiva timbrada sin muchos lujos porque «la apariencia no hace al monje» y les dice que el reloj de arena se ha dado la vuelta y que, con el último grano, cierren la puerta del otro lado sin olvidarse de dejar la llave bajo el felpudo. No hace falta ‘por favores’ ni ‘gracias’, así que, la carta previsora se los ahorra, que «en boca cerrada no entran moscas». Y como «cree el ladrón que todos son de su condición», con la cartita llega para creer que se tiene a la sociedad cómplice de la razón del impago y robar el sueño de una familia que se gasta lo puesto en psicólogos para lograr superar unadifícil rutina a diario. Lo de «a mal tiempo buena cara»no es de recibo como consejo aquí, cuando queda claro que todo se basa en la incomprensión irradiada por el parné y que la humanidad se pierde por ese «poderoso caballero, es don dinero».
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