08/05/2020
 Actualizado a 08/05/2020
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¿Recuerdan cuando al principio del estado de alarma pronostiqué que dudaba si para mi cumpleaños, el 28 de mayo, estaríamos ya andando «libremente»? Pues con la prórroga aprobada en pasado miércoles, ya tenemos garantizado que, por lo menos hasta el 24 de mayo, sigamos en esta semilibertad y luego, ya veremos.

El Gobierno se encuentra muy cómodo sin ser fiscalizado en su día a día debido a la pandemia y no tiene mucha prisa ni en aplicar un plan efectivo para terminar con el confinamiento lo más rápido posible y menos aún, en terminar con este estado de alarma que raya la inconstitucionalidad.

Aunque la gente ingenua apoye todas estas medidas por nuestra propia seguridad, eso no justifica que el Gobierno, metiendo entre col y col lechuga, aproveche la situación para modificar la composición del CNI y meter a Iglesias y Redondo, meter mano a la Ley del Poder Judicial, legislar sobre la educación o limitar la libertad de prensa o de expresión. No demuestran mucha calidad democrática.

Tampoco tiene mucho sentido que cuando la gran mayoría de los españoles viven de manera dramática la crisis sanitaria y económica, los autónomos están en una situación crítica y los trabajadores afectados por los ERTEs aún no han percibido prestación alguna, el Gobierno dispare el gasto de los cargos designados a dedo.

Tan solo hace una semana, en pleno estado de alarma, el Consejo de Ministros aprobó el nombramiento de 11 nuevas subdirecciones generales para tener contentos a los amigotes y colaboradores del ministro comunista de consumo Alberto Garzón y de otros apesebrados. No me digan que esto no es del todo indignante.

El presidente del Gobierno volvió el miércoles a pedir a los partidos con representación parlamentaria que apoyasen una nueva prórroga, sin que nadie tenga muy clara la hoja de ruta de la famosa desescalada y lo que es peor, reconociendo que no existe plan B (yo dudo que exista siquiera un plan A). Como dice un político amigo mío, les falta método.

No se puede pedir esfuerzo y sacrificio a los ciudadanos mientras nuestros gobernantes no predican con el ejemplo y no son capaces de establecer una estrategia para poder salir adelante. Tampoco pueden pedir lealtad indefinidamente a los partidos de la oposición, cuando por sistema se les desprecia tanto en los medios de comunicación como en sede parlamentaria.

Hay otras formas de garantizar la seguridad y la coordinación sanitaria aplicando las leyes de Salud Pública, de Protección Civil y de Seguridad Nacional y dejando que los autónomos, los que realmente tiran de la economía de nuestro país, puedan abrir sus negocios con todas las precauciones del mundo y España logre parapetarse antes de que nos alcance el tsunami económico.

Ya va siendo hora de dejarnos de prórrogas del estado de alarma y pasar de una vez a la ronda de penaltis.
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