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A mí que me inseminen

15/01/2023
 Actualizado a 15/01/2023
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Avioné aquel día que el granAn-Gelillo (presidente de los Filósofos de lo Rural desde que se puso de moda lo oriental) estaba un poco trasbolao. Se sentó a ver la televisión en color Iberia allí al calorín de la catalítica (especie de estufa que no sé si ha sobrevivido a la invasión de los nombres en inglés) y tenía la impresión de que le iba a pasar como la noche que murióJohn Wayne que la nuestra televisión lo celebró poniendo siete películas del oeste seguidas. El nuestro An se durmió en la segunda y se despertó en la cuarta y después de fijarse un rato (sé que se fijaba porque miraba) dijo muy enfadado a Sidoro —dios lo tenga a la diestra suya si no quiere tener problemas— estas palabras: «Me cagüen la leche de las vacas de la pareja, a este cabrón le habían matado nada más empezar la película, ¿qué hace ahora aquí acechando detrás de la Loma de los Malditos?».

Claro, como en las películas de John Wayne los malos siempre son los mismos, que no los acabó de matar de una vez por todas, pues al nuestro Gelillo le hicieron un lío y no acababa de entender que la gente no se muriera para toda la película.

Pues el día de autos, que dicen los sabiondos, An-Gelillo volvía a estar como si se fijara, aunque la verdad es que no le vi mirar, igual miraba solo para adentro. Era cuando empezaban los programas que Zapico llamaba de las patibulariasy los patibularios, unos que se sentaban allí a dar voces.

Resulta que una no había tenido un hijo con Julio Iglesias, que es una desgracia como otra cualquiera, pero sí lo había tenido con Jesulín, que es una desgracia como otra cualquiera; y otro decía que él era hijo de un torero pero el torero no lo sabía, que es una desgracia como otra cualquiera; y había otra que sospechaba que el hijo del su vecino se parecía a un arzobispo. Y después estaba Jesús Gil el calzoncillos marianos con las mamá chicho en la piscina.

— ¿Y a ti qué te parece, An-Gelillo?

- Pues yo, si te digo la verdad, prefiero que me insemine el veterinario.

Ycuánto echamos de menos a aquellos pensadores de verdad.
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