A merced del cielo

El pasado año fue la sequía la que trajo de cabeza al campo complicando la campaña de siembra primero y de riego después; ahora son las tormentas y el granizo, el agua tan anhelada entonces, las que arruinan al sector con importantes pérdidas

El último episodio con daños importantes tuvo lugar el pasado martes arrasando 2.000 hectáreas
30/08/2018
 Actualizado a 12/09/2019
El 2017 cerró como desastroso. La sequía condicionó el año agrario, que perdía el 70% de la cosecha de cereal, los ganaderos se quedaron sin pastos, se encarecieron los forrajes y se enfrentaron los regantes. La situación persistía a finales del ejercicio con unos embalses secos y unas sementeras en las peores condiciones posibles. Pero empezó el nuevo año y llegó el agua, tan anhelada. El campo la recibía con los brazos abiertos, pero no hubo justa medida. Lluvias torrenciales, tormentas de granizo, cultivos anegados... El cielo se conjuró contra el sector primario de nuevo y, según cifraba ayer el secretario del sindicato agrario Ugal-UPA, Matías Llorente, unas 45.000 hectáreas de cultivos de la provincia se han visto afectadas por el granizo y las tormentas de este año. De esas 45.000, unas 30.000 hectáreas son de regadío y entre ellas se encuentran 7.000 u 8.000 que no tienen cobertura. El último episodio con «daños muy importantes» tuvo lugar el pasado martes, con «una tormenta que ha afectado a unas 2.000 hectáreas en maíz, girasol, alubia y remolacha». En el campo no es fácil ser jefe de un mismo, siempre hay uno que manda más, que es el cielo y, al final, la meteorología acaba condicionando los resultados de un trabajo duro y, en muchas ocasiones mal pagado.
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