25/07/2020
 Actualizado a 25/07/2020
Guardar
Subo detrás del Pijoaparte el Monte Carmelo, su árida desnudez, pasando junto a las casitas de ladrillo rojo y tejados de uralita empastados de alquitrán. Me cuesta seguirle el ritmo, resoplo y sudo. Está en forma, el tío. Aunque hayan pasado cincuenta y cuatro años, el Pijoaparte sigue tan fresco, con su cabello de ala de cuervo y la misma cara oscura, melancólica y airada.

-Bueno, ¿qué?- le digo, cuando por fin nos paramos.

El Pijoaparte tiene las manos en los bolsillos de los vaqueros y mira hacia la ciudad. Hay nuevos edificios que no conoce y arruga la frente, molesto, al descubrirlos. Pero no es eso lo que le inquieta, sino algo mucho más profundo, mucho más doloroso. Su voz parece salir de la profundidad de una cueva.

-Juanito ha muerto -me dice.

No sé qué contestar.

-Ha muerto, joder, ¿y ahora qué hago?

Sigo en silencio, qué voy a decirle.

-Y encima Teresa no contesta a mis llamadas. Ya nunca contesta. El otro día le envié un whatsapp y tampoco.

-Estará liada con los críos, ya sabes.

El Pijoaparte escupe hacia un lado.

-Y los de la pandilla, igual. Ninguno ha venido. Les había citado aquí a todos y no hay nadie.

Un viejo con sombrero negro de ala ancha y camisa de rayadillo cruza el descampado. El viejo pasea su nostalgia rural. Lleva un siglo así, desde que sus hijos le trajeron al Monte Carmelo, donde no hay huertas ni siquiera un río en el que meter los pies. Si le dijera que ahora su pueblo está en la España vacía, el viejo entornaría los ojos con recelo, pensando qué quiere decir ésta, qué busca.

-Había quedado esta semana con Juanito para tomarnos unas cervezas en el Tíbet -dice el Pijoaparte.

Su tristeza está tan desnuda que da vergüenza observarla. Es algo físico, como un engrudo que le doblara la espalda y le tapara los ojos.

-Iba a invitar él, yo sigo en Erte en la fábrica. Jodido virus.

El Pijoaparte se saca las manos de los bolsillos y me dan ganas de ir hacia él y abrazarle. Pero no lo hago. La soledad del Pijoaparte es ahora mayor que nunca, es una soledad infinita.
Lo más leído