A los ‘guajes’ del carbón

30/11/2021
 Actualizado a 30/11/2021
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Catorce años, a lo sumo soplaban dieciséis, y ya eran carne de mina. Formaban parte de los «guajes», los chavales que dejaban espacio entre el fútbol y el escondite para llevar un jornal apuñado a casa con el que sentirse hombres. Y lo hacían metiéndose en una bocamina que los engullía hasta el punto de cobrarse sus vidas. No había una segunda lectura en el viaje al pozo, al volante iba la necesidad. Era el tributo del progreso, del billete, de la pobreza con pocas aspiraciones… Santa Marina de Torre los recuerda porque eran sus críos grandes. Los que comenzaban a moldearse y decidían hacerlo del lado negro. Casi sin desperezarse a la vida se vieron ya ayudando a los picadores, llevando los postes de madera, a veces cómplices de costeros asesinos, y jugándosela al todo cada mañana. Manuel lo sabía y por eso no salía de casa sin besar a su hermana, recién nacida. El día que se fue no lo hizo y regresó antes de entrar a la boca a cumplir con su rito y a dejar así un adiós tatuado en la memoria. Juanín solo quería ver lo que dejaba allí dentro en su último día de trabajo. Se iba a la mili, pero se fue antes. Un escape dentro del pozo que visitaba después de la jornada hizo que no calzara ya el uniforme. Y Santa Marina agachaba la cabeza enlutada, soportando las lágrimas como pago a la pretensión de crecer de los niños. Lloraba en silencio, acariciando fotos, entendiendo que la mina es ruleta y aprendiendo a cerrar los ojosen cada despedida para poder abrirlos a la mañana siguiente. Santa Marina enjuga llantos añejos con cansancio y comprensión.Encogido de dolor, el pueblo se pone en pie para recuperar los ocho nombres que la mina sepultó en un siglo.Quiere entregarles su pañuelo empapado, sus Santa Bárbaras de flores frescas, su primer recuerdo cada mañana, su perdón al carbón y su deseo de volver a verlos, aunque sea tallados en una placa.
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