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A la madrileña

02/05/2021
 Actualizado a 02/05/2021
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Corría el verano de 2009. Mi abuela llevaba ahorrando casi diez años para llevarnos a sus nietos a Disneyland París y, finalmente, ese verano hizo realidad su propósito. Recuerdo aquellos días como si hubieran sido ayer: infinitas colas para montarnos en atracciones de dos minutos, las cabalgatas con todos los personajes Disney y la pérdida de equipaje de mis tíos en el aeropuerto de Orly. Uno de esos días fuimos a cenar un perrito caliente. Mientras mis padres y tíos pedían, los niños nos quedamos con los abuelos en la mesa. De pronto, como si hubiera tenido un presentimiento, giré la cabeza: no me equivocaba. Unas cuantas mesas a lo lejos se hallaba un chico de mi colegio, concretamente de la otra clase, con su familia. París entre miles de ciudades europeas, un día de agosto entre los sesenta y uno de verano, un restaurante entre los que hay en un parque de atracciones… y, aún así, coincidimos. Estimada Isabel Díaz Ayuso, si yo me encontré con este chico en París, te prometo que a un ex se le puede ver fácilmente por Madrid.

La capital es mucho más que lo que nuestra presidenta ha decidido vender. Si hay libertad es porque somos una ciudad abierta y multicultural que acoge y pretende hacer sentir como en casa a cualquiera sin importar su procedencia. Somos las barcas de El Retiro, los lunares de la Pradera de San Isidro y el agua más rica de la zona. Somos vikingos, indios, azulones, pepineros y rayistas. Somos los obreros que se levantan de noche para sacar adelante a la familia, pero también hay quien puede ser el cliente más exclusivo de las tiendas de Goya. Somos el continuo vaivén de los coches y las sardinillas más enlatadas del transporte públicos. Somos, por desgracia, las estrellas que no se observan con tanta iluminación y un precioso cielo azul que se difumina por la boina de contaminación. Somos una gran ciudad cuyos políticos no están a nuestra altura; la de unos ciudadanos que en dos días volveremos a pronunciarnos. Y hoy, en nuestro día, alzaremos la voz para recordar que la vida a la madrileña es mucho más intensa, diversa, abierta y acogedora que lo que unos cuantos se empeñan en proclamar.
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