11/10/2019
 Actualizado a 11/10/2019
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Una práctica muy socorrida en la España desinformada y desigual de finales del siglo XIX y principios del XX, era la compra de votos para influir en los resultados electorales.

Esta práctica era desempeñada por los caciques de las zonas rurales, partidarios de las distintas oligarquías urbanas, con el beneplácito de los Gobernadores Civiles. Cuando eso no era suficiente, directamente se manipulaba el censo o se ‘hacía votar’ hasta a los muertos. Todo muy cutre y muy decimonónico español.

Ahora, en principio, la sociedad está infinitamente más preparada, tenemos una democracia consolidada y cada voto se deposita en la urna tras una reflexión serena y crítica. Digo que en principio porque al final, nuestros procesos electorales no distan tanto de los de 1900, más allá de que las mujeres puedan ejercer su derecho a voto, como no podría ser de otra manera en un país occidental.

Quien tiene el Boletín Oficial del Estado en ‘su mano’, tiene la tentación de ponerse el traje de cacique e intentar comprar votos de la gente, para llegar o continuar en la poltrona, prometiendo cualquier tipo de cosa sin sonrojarse, con independencia de lo evidentemente electoralista que sea y lo que es peor, con el aplauso de distintos sectores de la sociedad y sin pedir explicaciones a posteriori cuando se demuestra que nos han mentido y utilizado.

Hace tan solo unos meses, en las anteriores elecciones generales, Pedro Sánchez se sacó de la manga lo que vino a llamar los ‘Viernes Sociales’ cuando realmente debieron llamarse los viernes electorales y supuso a las maltrechas arcas del Estado unos 3.000 millones de euros. Todo para contentar a posibles socios de investidura y arañar un puñado de escaños.

La historia se repite y volvemos a estar otra vez en periodo preelectoral y el presidente del Gobierno en funciones, vuelve a las andadas prometiendo medidas irresponsablemente en un contexto de desaceleración económica precrisis.

Hace tan solo unos días en una comida mitin en Jaén, donde los aceituneros son altivos, Pedro Sánchez sacó la ‘chequera’ y prometió bajar el número de peonadas necesarias para tener derecho al cobro del antiguo PER, al parecer entre otras cosas, como medida para burlar las políticas arancelarias de Trump, nada menos.

Me espanta comprobar que este tipo de mensajes populistas, calen en un sector del electorado y me pregunto qué pasaría o qué pasará cuando pase (porque pasará) que un político prometa un subsidio universal de 1.500 o 2.000 euros mensuales a todo el mundo por su sola condición de ser ciudadano español.

¿Seremos maduros responsables o nos dejaremos engañar como siempre?
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