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A la caza del alcalde

18/04/2021
 Actualizado a 18/04/2021
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Hasta ahora, el PSOE leonés parecía una fogata cada vez que el alcalde, José Antonio Diez, abogaba por una autonomía al margen de Castilla. Se veían las llamas desde lejos, crepitaban, pero la cosa no iba a más. Se mantenía el chasqueo y hasta ahí. Ya se sabe que las fogatas suelen apagarse con cierta facilidad y en ello andaban los de la línea oficial del partido desde hace tiempo. Otra cosa es cuando el fuego adquiere la calificación de pira –que era donde, en la antigüedad, se incineraban los cadáveres– y para sofocarla se requiere el concurso de varios brazos y mucha agua. O mucho extintor.

La visita a León del ministro ignífugo Pedro Duque –que ni se quema ni se moja desde su asunción a la cartera de Ciencia e Innovación– ha dejado a los pies de los caballos al regidor de la capital leonesa. Ya no hay paños calientes que valgan y las coces, sin darse respiro, se multiplican sobre la posición autonómica de Diez. Le tienen en el punto de mira y dispuestos a apretar el gatillo. Mientras, él se defiende como puede –que no es poco–, aunque la apisonadora sanchista de aquí y de allí, de León y de Madrid, no se anda con disimulos. Van a por su cabeza como sea.

Políticamente es vergonzoso que para hacerle el rendibú al astronauta aparecieran en escena todos los prebostes socialistas –delegado del Gobierno, subdelegado, presidente de la Diputación, secretario general provincial y algún que otro afecto a la ‘causa’– y el alcalde, la primera autoridad de la ciudad, se viera arrumbado por los suyos. Arrumbado y despreciado. Menuda imagen la de los socialistas leoneses. Ni siquiera le concedieron la dádiva –que, como su propio nombre indica, era gratis– de una entrevista en el Ayuntamiento con el insustancial ministrillo. No se puede ser más torpe.

Hace años se decía que los socialistas lavaban la ropa (sucia) en casa. Y hasta cierto punto era verdad. Muy pocas cosas transcendían de sus acaloradas reuniones y cuando se destapaban solían ser de carácter menor. Cuestiones de andar por casa. Ahora, no. Los tendales se llenan de prendas –aún con las manchas frescas– y les importa un pito. Han pasado de la prudencia al alboroto.

Vistas así las cosas, a José Antonio Diez le toca atarse bien los machos. Y pertrecharse. Más allá de la agrupación municipal que presidente, los apoyos se cuentan con los dedos de una mano. Y hasta, quizá, sobre alguno. Tiempo atrás cabía la esperanza de que en su momento le ‘recolocaran’ en otro cometido ajeno a la municipalidad. Y hasta se barajó el parlamento autonómico como la fórmula más a mano para quitarle de en medio. Eso era antes. A día de hoy, ni alpiste. O esa es la pretensión. La garlopa está preparada para el cepillado.
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